Hacia ciudades inteligentes,
sustentables e inclusivas.

A través de la tecnología piezoeléctrica, el país asiático transforma el paso de millones de peatones en electricidad limpia, una innovación que redefine la relación entre las personas y la energía. Un nuevo avance de las ciudades inteligentes

En un país donde el espacio es limitado y la población parece estar siempre en movimiento, Japón encontró una fuente de energía tan inagotable como cotidiana: el paso humano. En estaciones como la del barrio de Shibuya en Tokio, donde más de 2,4 millones de personas cruzan diariamente, se están instalando baldosas piezoeléctricas capaces de transformar cada pisada en pequeñas cargas de electricidad.

Esta iniciativa, pionera en el mundo, busca aprovechar la energía cinética urbana —la generada por el movimiento— para alimentar sistemas de bajo consumo, como luces LED, pantallas informativas o sensores inteligentes. Más allá de su capacidad técnica, la propuesta refleja una nueva forma de pensar la sostenibilidad: entender que cada acción, por más mínima que parezca, puede aportar energía limpia al entorno.

EL PODER OCULTO EN CADA PASO

El principio detrás de esta tecnología, conocida como piezoelectricidad, es simple y fascinante. Cuando ciertos materiales —como cerámicas o cristales— son comprimidos o deformados, generan una pequeña carga eléctrica. Al instalar estos materiales bajo las baldosas del suelo, el peso y la presión del paso humano se convierten en energía.

Aunque cada pisada produce apenas una fracción de electricidad, el efecto acumulado de miles o millones de pasos diarios en espacios como estaciones, aeropuertos o centros comerciales genera una cantidad suficiente para alimentar sistemas urbanos esenciales sin depender de combustibles fósiles.

Japón ha sido uno de los primeros países en apostar fuerte por esta innovación. Desde 2008, empresas como Soundpower Corporation y JR East —la principal operadora ferroviaria del país— han desarrollado proyectos piloto en lugares de alto tránsito, como la Estación de Tokio o el famoso cruce de Shibuya. Allí, la energía generada por los peatones se utiliza para encender carteles, iluminar pasillos y alimentar sensores de movimiento.

MÁS QUE ENERGÍA: una experiencia educativa y urbana

El impacto más poderoso de esta tecnología, sin embargo, no está solo en los números. Las baldosas piezoeléctricas también funcionan como herramientas de concientización ambiental.

En algunas instalaciones, los peatones pueden ver en tiempo real cuánta energía están generando con sus pasos, lo que convierte una acción cotidiana en un gesto de participación colectiva. Este enfoque simbólico conecta directamente con la filosofía japonesa de la sostenibilidad urbana: la energía no solo se produce, también se comparte y se comprende.

De esta manera, la piezoelectricidad se convierte en una herramienta de activismo ciudadano, donde cada persona aporta, aunque sea mínimamente, al funcionamiento del ecosistema urbano.

ENERGÍA Y DATOS: el doble valor del movimiento

Además de su función energética, estas baldosas tienen un segundo rol estratégico dentro del modelo de ciudades inteligentes: el de sensores autoalimentados.

Cada placa puede registrar información sobre el flujo peatonal, la dirección de los movimientos y la densidad del tránsito, datos fundamentales para la planificación urbana. Al no depender de cables o baterías externas, estos sensores son autosuficientes y pueden alimentar la red de Internet de las Cosas (IoT) de la ciudad, mejorando la gestión del espacio público y la movilidad.

Así, la energía del paso humano no solo se transforma en electricidad, sino también en información. Japón está demostrando que la energía cinética urbana puede ser una herramienta doblemente útil: limpia y conectada.

EL DESAFÍO DE ESCALAR EL MODELO

Como toda tecnología emergente, la piezoelectricidad enfrenta desafíos importantes. Los materiales especializados son costosos y su eficiencia, medida en energía por paso, todavía es limitada. Sin embargo, su potencial como fuente complementaria y descentralizada de energía la convierte en un recurso valioso para entornos urbanos densos, donde el tránsito peatonal es constante.

Más que competir con la energía solar o eólica, esta tecnología busca convivir con ellas, aportando autonomía energética a pequeños sistemas urbanos y fortaleciendo la resiliencia de las ciudades ante cortes o crisis energéticas.

UN PASO HACIA EL FUTURO

La experiencia japonesa demuestra que el futuro energético puede estar bajo nuestros pies. Convertir el movimiento cotidiano en energía útil es una muestra del ingenio con el que las ciudades pueden reinventarse sin alterar su ritmo natural.

En tiempos en que la sostenibilidad exige creatividad y acción, cada pisada puede contar. Desde el corazón tecnológico de Tokio hasta el próximo cruce inteligente de cualquier ciudad del mundo, la energía del movimiento humano se perfila como un símbolo del nuevo urbanismo sostenible: aquel que entiende que el progreso también se mide en los pasos que damos hacia un planeta más limpio.

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