Impulsado por la empresa B, Café Circular existe un proyecto que propone una alternativa concreta al café para llevar en vasos descartables, una práctica cotidiana pero con un gran impacto ambiental. Detrás de la iniciativa está Lissy Quero, especialista en economía circular y creadora de un modelo que ya está en funcionamiento en varias ciudades argentinas, incluyendo universidades, oficinas y cafeterías.
El origen de CAFÉ CIRCULAR: un problema cotidiano, una solución circular
La pandemia de 2020 modificó hábitos de consumo en todo el mundo. Las restricciones obligaron a los locales gastronómicos a ofrecer solo opciones para llevar. El problema, explica Quero, es que el café para llevar suele servirse en vasos de polipapel, un material compuesto por una delgada capa de plástico adherida al papel que lo vuelve prácticamente imposible de reciclar.

“El vaso de polipapel engaña porque parece papel, pero contiene plástico. Y ese plástico no se puede separar, por lo tanto, no se puede reciclar. Termina siendo basura”, aclara Quero en diálogo con Utopía Urbana.
Frente a este dilema, Quero creó Café Circular, una red de cafeterías que ofrecen al consumidor la opción de recibir su bebida en un ecovaso retornable, diseñado para ser usado cientos de veces.
¿Cómo funcional el sistema?
El funcionamiento es tan simple como efectivo. Al pedir un café, el cliente puede elegir entre el vaso descartable o el vaso reutilizable. El ecovaso se entrega limpio y puede devolverse en cualquier punto de la red, donde será higienizado y puesto nuevamente en circulación.
Este sistema ya está presente en espacios de gran consumo como la Universidad Nacional de Rosario y la Universidad de San Andrés, donde diariamente se utilizan cientos de vasos. El objetivo es claro: reducir el descarte y fomentar una cultura del consumo responsable.

¿Por qué plástico y no materiales biodegradables?
Una de las claves del modelo es el uso del polipropileno, el mismo plástico que se utiliza para fabricar vasos descartables. A primera vista puede parecer contradictorio, pero tiene una razón legal y ambiental.
En Argentina, toda vajilla en contacto con alimentos debe fabricarse con plástico virgen. Sin embargo, Quero remarca que el problema no es el material en sí, sino el uso que se le da.
“El plástico es noble, resistente, liviano. El problema es que lo usamos para productos de un solo uso. Nosotros lo usamos para reutilizar. No queremos que el vaso termine en la basura”, explica.
A diferencia de los productos compostables, que siguen promoviendo el descarte, el modelo de Café Circular apuesta a la reutilización como el primer paso, seguido por la reducción y, en última instancia, el reciclaje.
Una red en expansión: universidades, oficinas y cafeterías
El impacto ambiental de esta propuesta no es menor. Un cálculo simple demuestra su eficacia: si una oficina con 100 empleados consume dos cafés diarios, se utilizan cerca de 48.000 vasos descartables por año. Con el sistema de ecovasos, esa cifra se reduce drásticamente a solo 100 vasos reutilizables.

Actualmente, el proyecto apunta a expandirse en circuitos cerrados como clubes, shoppings, empresas o coworkings, donde los hábitos de consumo pueden transformarse colectivamente con mayor facilidad.
“La idea es eliminar la basura desde el diseño. Como en casa, donde usamos un vaso, lo lavamos y lo volvemos a usar. Lo mismo proponemos con los ecovasos: que no haya ninguna razón por la que un vaso tenga que ir a la basura”, sostiene Quero.
Cambiar el hábito, cambiar el impacto
Café Circular no pretende simplemente reemplazar un vaso por otro. Propone un cambio de paradigma. En lugar de pensar en términos de descarte, invita a repensar el consumo desde la responsabilidad, la durabilidad y la educación ambiental.
En tiempos donde el plástico es demonizado sin matices, el proyecto de Quero ofrece una mirada alternativa, más profunda y estratégica: usar materiales duraderos para reducir residuos y promover hábitos sustentables, sin caer en soluciones superficiales.
Una alternativa real y tangible para reducir el impacto ambiental desde el consumo cotidiano. Porque, al fin y al cabo, no se trata solo de qué material usamos, sino de cómo lo usamos.
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