Hacia ciudades inteligentes,
sustentables e inclusivas.

Con un costo estimado de más de 60 mil millones de dólares, el proyecto de la ciudad de al-Masa busca aliviar la congestionada El Cairo, proyectando una imagen moderna y atractiva para los inversores extranjeros. Sin embargo, las preocupaciones sobre la desigualdad social, la resistencia local y la viabilidad económica plantean interrogantes sobre el futuro de esta ciudad inteligente en construcción. 

En un ambicioso movimiento urbanístico, el presidente egipcio Abdel Fattah al-Sissi ha emprendido la tarea monumental de construir una nueva capital, ubicada a 50 kilómetros de la abrumadora ciudad de El Cairo. Con un costo proyectado que supera los 60 mil millones de dólares, este proyecto se presenta como una respuesta a los problemas de sobrepoblación, crisis inmobiliaria y congestionamiento vehicular en la actual capital del país.

La decisión de Sissi de crear esta nueva metrópoli, modelada en parte por el éxito de Dubái, no ha estado exenta de críticas y desafíos. En un momento en que Egipto enfrenta una deuda significativa y una inflación sin precedentes, la asignación de recursos para esta empresa ha generado preguntas y preocupaciones. Con un tercio de la población viviendo por debajo del umbral de la pobreza, la percepción de priorizar la construcción de una ciudad moderna en lugar de abordar las necesidades básicas de la población plantea interrogantes sobre las intenciones y las prioridades del gobierno.

El Cairo es la séptima ciudad más poblada del mundo y con sus 21 millones de habitantes, ha llegado a un punto de asfixia con sus problemas cotidianos de tráfico y la creciente crisis inmobiliaria. La nueva capital, conocida como al-Masa, se presenta como una solución para desviar la atención de los inversores extranjeros y proyectar una imagen más atractiva de Egipto. La visión de una ciudad hipersegura y reservada para los ricos, al estilo de Dubái, sugiere una estrategia para maquillar la realidad del país y brindar una imagen paradisíaca a los ojos del mundo.

Este movimiento no es único en el mundo, ya que varios países, como Indonesia y Nigeria, han optado por cambiar de capital en el pasado por razones diversas. Indonesia, por ejemplo, se centra en la creación de una “capital verde” en Borneo, buscando una mejor distribución y equidad, en un marco en el que la contaminación y las inundaciones también han afectado sostenidamente a la capital actual Yakarta. Mientras que Nigeria eligió Abuja para devolver la neutralidad a la capital y superar tensiones étnicas.

A pesar de las intenciones claras del gobierno, algunas voces en El Cairo se oponen a la idea de trasladarse a la nueva capital, alejándose del corazón histórico del país. Expertos como el Dr. Mostafa el-Sadek, miembro destacado de la iniciativa por la salvaguardia de los cementerios históricos de El Cairo, expresan su apego a la historia de la antigua ciudad, que abarca las raíces coptas, musulmanas y judías.

Con un objetivo de completar la primera fase del proyecto antes de 2030, que abarca aproximadamente 161 kilómetros cuadrados, surgen dudas sobre la viabilidad financiera en medio de la recesión económica de Egipto. A lo largo de los últimos seis años, el país ha obtenido préstamos significativos del Fondo Monetario Internacional, lo que ha elevado los niveles de deuda y bancarrota.

El proyecto, presentado en 2015, ha pasado por diversas manos, desde un consorcio liderado por Emaar y SOM hasta la China State Construction Engineering Corporation (CSCEC), la mayor empresa constructora del mundo. Otros inversores extranjeros, como Alemania, Francia, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, también se han involucrado en este ambicioso proyecto.

Sin embargo, a pesar de la atención internacional y las inversiones masivas, persisten dudas sobre la viabilidad y el impacto real de al-Masa. Con una clase media egipcia aparentemente marginada y una economía nacional luchando contra la recesión, la nueva capital enfrenta desafíos tanto económicos como sociales.

En conclusión, la nueva capital de Egipto se presenta como un ambicioso proyecto con el potencial de transformar la realidad del país, pero no está exenta de cuestionamientos y obstáculos. A medida que se avanza hacia el futuro, será crucial abordar los desafíos económicos y sociales para garantizar que la visión de una ciudad moderna no se convierta en un sueño inalcanzable para la población.

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