La gestión de los residuos sólidos urbanos se ha convertido en una gran problemática ambiental en todo tipo de ciudades. Dentro de estos, el principal ítem corresponde a materia orgánica, que no suele ser reaprovechada. Puntualmente, en la actualidad se generan en el mundo unos 10.000 millones de toneladas anuales de basura, de los cuales el 58% son restos orgánicos. Pero solo el 1% de estos orgánicos es aprovechado y tratado correspondientemente.
Por esta razón, el compostaje aparece como una gran solución para transformar los desechos orgánicos en fertilizante artesanal mejor conocido como hummus. Lograr este proceso en las ciudades no es algo sencillo, porque se vincula con un cambio en los hábitos de la población, aunque lógicamente esto puede ser dinamizado por políticas locales concretas que incentiven la transición. Al respecto en una nota reciente contábamos sobre el compostaje comunitario como una alternativa elegida por municipios para reducir los residuos.
En esta oportunidad veremos uno de los ejemplos más importantes de la década, el de San Francisco (Estados Unidos) que gracias a una interesante política pública integral ha logrado convertir el 80% de los desechos de la ciudad en compost. Se trata del primer ejemplo del mundo que está próximo a alcanzar una gestión residual sin vertederos o basurales a cielo abierto.
El caso de la ciudad de San Francisco es paradigmático y demuestra que con una buena estrategia e implementación, se pueden lograr resultados sorprendentes. Para conseguirlo han puesto varios puntos marrones en los puntos importantes de la ciudad para ubicar los restos de poda municipal, como también todos los desechos particulares. De esta manera cumplen un triple rol social, por un lado reducen la cantidad de desechos de manera importante; por otro lado permiten transformar estos residuos en fertilizantes orgánicos. Pero además se eliminan las emisiones de metano de los vertederos, que son una de las principales fuentes de la dispersión de este gas en el aire, mejorando de manera considerable la calidad del aire e incorporando el carbono que está alojado en los residuos vivos.
Para conseguir esta iniciativa desde San Francisco han conseguido impulsar la creación de diversos espacios de compostaje comunitario donde los ciudadanos pueden ir a dejar sus residuos -en caso de que no composten en sus hogares- y así poder sumarse a esta gran iniciativa franciscana.
Esto permite que los cultivadores y productores agrícolas puedan acceder a fertilizantes orgánicos de bajo costo y reemplazar los de orígen químico de los cuales solo el 40% de su totalidad es adquirido por las plantas, mientras que el resto es esparcido por el suelo y el aire contaminando de glifosato todo a su paso.
Además en San Francisco, gracias a esta iniciativa, según explicó Javier Peña, divulgador científico y fundador de Hope, ha logrado generar 200 veces más empleo que años anteriores, al mismo tiempo que “genera dinero orgánico para las arcas públicas, convirtiendo lo que usualmente es basura en nuevas oportunidades”.
El especialista además aseguró que la quema o enterramiento de estos residuos es una perdida de tiempo y dinero que genera un problema medioambiental cuando tranquilamente podría convertirse en “oro negro”.
“Además de un problema medioambiental y de salud pública es el equivalente a enterrar o quemar electricidad y dinero”, expresó Peña en relación a la desinformación que ronda el mundo, particularmente en los municipios donde no tienen gestión de residuos separada.
En ese sentido, tanto a gran escala como a pequeña escala, el compostaje se consolida como un “ejemplo perfecto de cómo podemos convertir un problema en una solución regenerando nuestro planeta”.
Esta práctica regenerativa, además de generar un importante impacto ambiental positivo, también impulsa la sustitución de los envases reutilizables para generar una economía circular. Esto se debe a que la práctica del compostaje ayuda a fortalecer los esquemas de consciencia sobre la utilización de plásticos y está comprobado que quienes composta tienen un cambio en sus hábitos de consumo.
Para Peña, la inserción del compostaje a niveles municipales permite implementar la economía circular a gran escala generando una gran consciencia que se expande por efecto contagio. Por ejemplo, esto sumado a la sustitución de los envases de usar y tirar envases reutilizables retos con reciclaje crea una economía circular.
En Argentina por ejemplo la Red de Compostaje busca impulsar la creación y generación de espacios marrones para que los vecinos puedan disponer sus residuos orgánicos y así transformarlos en compost. También lo hacen desde Compostate Bien, donde además fabrican y enseñan a fabricar composteras para departamentos.
Para Peña, como explica en su post, esta práctica es tan importante que es necesario que se expanda por todos los continentes, especialmente en aquellos de base agrícolas. “Es hora de usar o exigir los contenedores marrones en todas partes, de reclamar el compostaje de los residuos orgánicos, restos de poda o los restos agrícolas”.
Esto además va a permitir que los municipios evolucionen a técnicas más lógicas de gestión de envases y residuos para “convertir los vertederos con todo su impacto con todo su derroche”.
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