Las Islas Canarias, archipielago que conforma una comunidad autónoma española en el noroeste de África, se encuentra en medio de una encrucijada. La tierra del eterno sol y las playas de ensueño, famosa por su atractivo turístico, ahora enfrenta una crisis que se ha estado gestando durante décadas: el turismo masivo. Más de 60.000 canarios han salido a las calles en una marcha histórica bajo el lema «Canarias tiene un límite», exigiendo un cambio radical en el modelo económico y turístico de la región.
La situación es clara: el turismo, que representa un impresionante 35% del Producto Interior Bruto (PIB) de las Islas Canarias, ha generado una serie de desafíos y desequilibrios que finalmente han llevado a la sociedad a un punto de inflexión. Los problemas de tráfico, los bajos salarios, la pobreza, los precios elevados de los alquileres y la presión sobre el territorio han llegado a un punto crítico. La gente de Canarias ya no puede ignorar los impactos negativos que el turismo descontrolado está teniendo en sus vidas y en su tierra.
El origen de las protestas radica en la creciente preocupación por el agotamiento del modelo económico actual. Durante décadas, el turismo ha sido el motor principal de la economía canaria, pero esta dependencia ha llevado a una situación insostenible. Es por eso que la demanda principal de los manifestantes es una moratoria en el desarrollo turístico, una pausa necesaria para evaluar y replantear las políticas de crecimiento turístico en la región.
MODELO SUSTENTABLE VS TRADICIONAL
Pero ¿cuál es la alternativa? Los manifestantes están abogando por un modelo turístico más sostenible, uno que respete el entorno natural y la cultura local, y que diversifique la economía para no depender únicamente del turismo extranjero. Esta visión de un turismo sostenible contrasta claramente con el modelo tradicional, que tiende a priorizar el crecimiento económico a corto plazo sobre la conservación del medio ambiente y el bienestar de la comunidad local.
El turismo sostenible se basa en principios de conservación, equidad y respeto cultural. Promueve prácticas responsables que minimizan el impacto ambiental y social, mientras que al mismo tiempo contribuyen al desarrollo económico de las comunidades locales. La implementación de una ecotasa, una medida destinada a gravar económicamente la actividad turística para financiar proyectos de conservación ambiental y desarrollo sostenible, es una de las propuestas clave para avanzar hacia este modelo más equilibrado.
El mensaje de los manifestantes es claro: es hora de repensar el futuro de Canarias. La marcha histórica del «Canarias tiene un límite» es solo el comienzo de un movimiento que busca proteger el patrimonio natural y cultural de las islas y promover un desarrollo económico más justo y sostenible. La pregunta que queda en el aire es si las autoridades y la industria turística están dispuestas a escuchar y actuar en consecuencia.
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