La llegada del nuevo milenio trajo una crisis inimaginable en Argentina. Fruto de ella, los más afectados por la situación económica fundaron un nuevo movimiento que llegó para cambiarlo todo. Hijos del 2001, los cartoneros y cartoneras de Argentina apelaron a la organización para transformar los descartes de una sociedad hiperproductora. Fruto de esa organización es que, con el pasar de los años, María Castillo pasó de recuperadora a Directora Nacional de Economía Popular.
Durante sus 20 años de cartonera supo formar parte de la Cooperativa Amanecer de los Cartoneros, reconocida internacionalmente, parte del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) y es la primera mujer del movimiento en liderar una Dirección Nacional.
La falta de respeto por los recursos naturales y el desconocimiento de saber de dónde provienen los productos que consumimos ha llevado también a que a nadie le importe hacerse cargo de lo que consume. Sin embargo, pese a que el foco debe estar irremediablemente sobre la alta demanda de productos y el diseño que no contempla la sustentabilidad, hay otras variantes urgentes que deben ser consideradas por las ciudades: el reciclaje en cada uno de los hogares.
Allí fue donde María Castillo, como tantas otras mujeres y hombres del país, vio una alternativa laboral donde todo el mundo veía descartes. Lo que ella no sabía en ese entonces, es que junto a un colectivo de personas estarían liderando un cambio social que integra el cuidado ambiental y la economía popular desde las bases.
ORÍGENES DE UNA VIDA CARTONERA
La mención al año 2001 hace referencia a una de las peores crisis de la República Argentina. Allí, el desempleo y la pobreza crecieron significativamente y fue el compañero de vida de María Castillo quién sufrió las consecuencias del desmedido ajuste. “Cuando se quedó sin trabajo empezó el problema. No habíamos terminado el colegio todavía y tuvimos que dejar la escuela para dedicarnos a la familia. No tener el secundario completo y no tener el currículum que por ahí podía tener otro, sumado a la crisis hizo que sea muy difícil», aseguró.
La entrada al milenio fue algo compleja para muchas personas en el país, sobre todo para las clases más vulneradas. Por eso su círculo más cercano empezó a juntar lo que llamaron «chucherías». Básicamente buscaban ropa, juguetes y distintos artículos para canjear en el trueque. «En esa época existía el trueque y todo lo que se juntaba se canjeaba ahí. Pero eso ya no alcanzaba así que empezaron a cartonear y mi compañero de vida empezó a salir con ellos«, aseguró Castillo.

Las primeras búsquedas no fueron para nada rentables. Sin embargo una semilla estaba germinando y María decidió sumarse a las jornadas laborales para duplicar el ingreso laboral. Junto a su pareja, con quien ya lleva 28 años compartidos, caminaron durante años en un mundo que no es como el que se habita hoy.
ESTIGMATIZACIÓN DEL TRABAJO CARTONERO
Por aquel entonces cartonear no estaba bien visto, no solo por la falta de infraestructura y conocimiento sobre la temática, sino también por las situaciones cotidianas que debían soportar en su jornada. Para ello, Castillo tuvo que romper con algunos prejuicios propios sobre encontrarse frente a esa situación. Es que si bien hoy se busca avanzar hacia la profesionalización de esta rama, los orígenes fueron crudos (y siguen siéndolo en diversos puntos del país).
María Castillo todavía recuerda: «Era algo feo. Para cualquier persona que empieza a cartonear el primer día es un shock. Porque te juzgas por muchas cosas. Por no haber terminado el secundario o cualquier cosa que habíamos hecho mal. Apenas abrí la primera bolsa no me voy a olvidar jamás del olor que salía de la bolsa«.
Sin embargo no fue el único obstáculo a superar, ya que además de la estigmatización propia también existe el “qué dirán”. Sin embargo, eso duró menos que la sensación anterior: «Pensaba que todo el mundo me miraba. Pero ahí también me di cuenta que a nadie le importamos. Nadie nos miraba».
Gestionar lo recuperado tampoco era una tarea simple. Ya que llenaban bolsas de consorcio hasta el tope de papel blanco. El papel blanco es el material que mejor se paga en la industria del reciclaje. «En esa época se pagaban 5 centavos», recuerda todavía. Por lo que moverlos sin carros implicaba cargar la bolsa al hombro y trasladarlas en colectivos. Con el tiempo pudieron ir pagando fletes y mejorar la situación.
Por aquel entonces existía una reglamentación promulgada durante la dictadura militar vigente tanto en la ciudad de Buenos Aires como en la provincia de Buenos Aires. «Esa ley especificaba que era un delito recoger residuos en la vía pública porque pertenecían a una empresa privada que concentraba el monopolio», aseguró Castillo.
Por lo que durante los primeros años debieron someterse a maltrato, persecución y criminalización de la policía. «Si te veían con un carro-bolsón te lo sacaban o te llevaban preso», explicó. Por eso mismo, desde el sector cartonero empezaron una lucha contra esta legislación, que no permitía que otras expresiones de la economía nacional se expresen y convivan dentro del esquema.
ORGANIZACIÓN DEL MOVIMIENTO CARTONERO
«Ahí empezamos a organizarnos y defendernos entre todos. Fue terrible la persecución, vivíamos con miedo por discriminación. Había mucha vulnerabilidad sobre todo de las mujeres. Ser atacados por cualquier persona en la vía pública. Esta organización permitió que exista hoy un sistema de reciclado y que se derogue la normativa y se formulen otras», dijo Castillo.
Es que desde aquel entonces se vieron proyectos como la Ley de Basura Cero y la Ley 992 para visibilizar el trabajo que hoy existe. «Yo lo tomo como un modelo. Lo tomo como programa y es en el que se basa la ciudad de Buenos Aires. Hay más de 6 mil personas organizadas en cooperativas. Están licitando sistemas de recolección diferenciada, con camiones. Es un modelo ejemplo a nivel latinoamericano».
Estamos lejos en muchas cosas pero se ha avanzado mucho también. Que deje de ser un delito cartonear es el primer paso. Que se comprenda que es un trabajo es el segundo derecho. La economía popular es un trabajo.
TRANSFORMACIÓN SOCIAL PARA MEJORAR LA SITUACIÓN
Si bien desde los recuperadores han trabajado para ampliar la llegada de su accionar, aún restan algunas cuestiones para mejorar la realidad del reciclaje y la recuperación en Argentina. Para empezar aun falta mucha información sobre la separación en origen. Eso hace que el trabajo de los cartoneros sea menos seguro y más sacrificado.
Pero esto no solo es culpa de la gente o de aquellos que deciden no separar los residuos. Es una tarea y una obligación estatal. «Cuando no hay políticas públicas ni legislativas que enseñen a mejorar el reciclado. Pero que sobre todo obligue al que produce a evitar los productos de un solo uso que no son amigables para el medio ambiente», aseguró María.
Para la especialista es necesario avanzar en la financiación de distintos programas y esquemas que permitan avanzar en estrategias que mejoren el trabajo de estos trabajadores. «Todas estas discusiones van a permitir que se empiece a trabajar de una manera distinta. Que el Estado invierta en los sistemas de reciclado para tener baños, un espacio, herramientas y maquinaria. Derechos que todos los trabajadores tienen y nosotros no.
TRABAJO DESDE LA DIRECCIÓN
En la actualidad María Castillo es la Directora Nacional de Economía Popular y responsable del Programa Argentina Recicla del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. Desde allí casi 40 personas están trabajando para mejorar la inclusión y la situación del reciclaje en Argentina. “Esta estructura permitió armar la Guía GIIRSU, agregando una segunda “I” perteneciente a la Inclusión (a diferencia del nombre original GIRSU). Diseñar esto fue importante para evitar la ignorancia que tenían muchos funcionarios con respecto al tema”, explicó Castillo.
Entendiendo a las políticas públicas como transversales elaboraron un programa que pretende ser federal y circular. A tal punto que han articulado con distintos ministerios como Obras Públicas que está construyendo plantas de reciclado para empezar a eliminar los basurales a cielo abierto y ofrecer alternativas de trabajo verde.
“El material que recuperamos lo trabajan empresas del país que generan ingresos y generan puestos de trabajo por medio de la producción en cadena. Hoy gracias al trabajo que hacemos las empresas empezaron a apoyar la ley de envases”, explicó Castillo.

Para ello trabajan con los ministerios de Ambiente y de Educación, buscando generar guías y talleres de educación para que esta problemática y las acciones las comprendan cualquier ciudadano. “Hoy en día 12 mil docentes se formaron con certificación. Trabajamos con Cancillería, hicimos un anexo de seguridad e higiene, un anexo de género y diversidad para que se comprenda el rol de las cartoneras dentro de todo ese sistema. Fuimos articulando. Lo importante es que se demostró que cuando queres hacer una política pública integral para garantizar los derechos no son del funcionario o del ministerio”, concluyó Castillo.
Hoy, un poco por la imposición de la agenda ambiental y mucho por la militancia de persistencia del movimiento de recuperadores en Argentina, desde el Estado Nacional han empezado a incorporarlos a la política pública. No solo desde la gestión de los residuos, también desde la planificación de estrategias que les brinde mejores condiciones laborales, un mayor reconocimiento y se incorporen a una cadena productiva de la que son parte fundamental en el país.
María Castillo es un ícono y un ejemplo de algo que parece lógico pero que muchas veces no lo es. La necesidad de una ciudadanía partícipe. De una ciudadanía capaz de dirigir desde la experiencia, la planificación y las buenas prácticas. Quizás llegó la hora de que la clase política abra los brazos y escuche más a la gente común, que son quienes realmente conocen la necesidad del pueblo.
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