Hacia ciudades inteligentes,
sustentables e inclusivas.

El urbanista Daniel Caporale analiza las devastadoras inundaciones en Río Grande del Sur, Brasil, las peores en más de 80 años. El especialista, quien vive en la región afectada, destaca la combinación de factores climáticos, la falta de infraestructura adecuada y la expansión urbana descontrolada como las principales causas de la catástrofe. Además, sugiere soluciones desde la planificación urbana sostenible para prevenir futuras tragedias y adaptarse a los efectos del cambio climático.

Las inundaciones extremas en el estado de Río Grande del Sur (Brasil), acontecidas desde el mes de mayo, marcaron la peor catástrofe natural en más de 80 años en el país, provocando casi 200 muertes y más de 2,3 millones de damnificados, afectados por continuas lluvias torrenciales que generaron deslizamientos de tierra y hasta el colapso de un muro de contención, entre otros fenómenos. 

Las causas son ambientales, claro, pero también son culpa de una trama urbana que está directamente referida a la inadecuada forma de ocupación y gestión de las ciudades. 

Charlamos de esto en una entrevista con el arquitecto y especialista en urbanismo con énfasis en sustentabilidad, Daniel Caporale, quien reside en el estado brasilero afectado  y es Director de la firma SG Cultura Ciudadana Consciente, que desarrolló, junto con otras empresas, diversas experiencias relacionadas al desarrollo urbano en el país vecino. En esta conversación con Daniel, quien por su conocimiento y vivencias tiene una visión calificada de los hechos, se abordaron las causas y consecuencias de este evento desde una perspectiva técnica y de gestión del territorio.

Caporale explicó que una de las principales causas de estas inundaciones fue una combinación de factores climáticos severos. La región sur de Brasil, comprendida por los estados de Paraná, Santa Catarina y Río Grande del Sur, se encuentra en una zona ciclónica del océano Atlántico, donde se producen efectos ciclónicos intensos. En este caso particular, una barrera climática impidió el avance de los vientos húmedos provenientes del Pacífico y la cordillera de los Andes, acumulando una gran cantidad de lluvias en la región, lo que superó los límites esperados y desencadenó la catástrofe.

Además de los factores climáticos, Caporale destacó problemas críticos de infraestructura en las áreas metropolitanas afectadas. El sistema hídrico que conecta el lago Guaíba con la Laguna de los Patos no pudo manejar el volumen de agua, lo que resultó en fallos de contención y mantenimiento en las compuertas. Estas deficiencias en la infraestructura urbana exacerbaron la inundación, afectando gravemente a ciudades como Porto Alegre y Pelotas.

Sin embargo, Caporale subrayó que tanto los problemas climáticos como de infraestructura tienen una raíz más profunda: la expansión urbana descontrolada y el uso inadecuado del suelo, tanto urbano como rural. La urbanización ha avanzado sobre zonas que deberían ser protegidas, como las riberas y áreas naturales, comprometiendo la capacidad de estos territorios para manejar grandes volúmenes de agua. Esta falta de consciencia de la matriz ecológica, así como un desarrollo irresponsable del territorio han contribuido significativamente a la magnitud del desastre.

Para superar futuros eventos de este tipo, Caporale aboga por un cambio en los patrones de ocupación del suelo hacia un desarrollo urbano más sustentable. Propone una urbanización más compacta y vertical, con núcleos autosuficientes y multipropósito, conectados por corredores verdes y espacios de retención de agua. Este enfoque, que es el que aplican en la consultora SG, no solo mejoraría la resiliencia de las ciudades ante eventos climáticos extremos, sino que también promovería una integración armoniosa con el entorno natural.

Conozcamos más sobre su concepción de la problemática. 

Esto lo tenemos que dividir en varios abordajes, diría yo. Uno es el climático, el científico, el que tiene que ver un poco con el calentamiento global, pero en particular con la situación del sur de Brasil

Toda la región sur de Brasil, los estados de Paraná, Santa Catarina y Río Grande están en una zona ciclónica en el mar, específicamente en el océano Atlántico, en esa cuestión del subtrópico donde se producen efectos ciclónicos bastante severos. Esto no quiere decir que haya ciclones todo el tiempo en el territorio, porque llegan de una manera diferente: a veces con un efecto mayor, otras con un efecto menor. Pero en este caso particular, se generaron esas diferencias de temperatura como una especie de barrera climática en la atmósfera que impedía que los vientos húmedos que vienen del Pacífico, de la cordillera de los Andes y que atraviesan toda Argentina, pasaran por el estado regional

Esta barrera climática impedía que siguieran su avance como siempre hacia la zona norte de Brasil. Chocaron contra esta barrera y generaron esta intensidad de lluvias tan, tan grande que produjo esta catástrofe ambiental, porque fueron muchísimos días de lluvias intensas que superaron los límites esperados y normales. Es como imaginarse una situación como la que se vivió en La Plata en el año 2013, donde llovió de una manera mucho más superlativa y no solo en una ciudad, sino en casi todo un estado, el estado de Río Grande del Sur, como si fuera la provincia de Buenos Aires. En efecto climático, esta situación generó esta gran catástrofe ambiental.

Entonces, esta es la respuesta científica y técnica. Ahora, ¿qué creen que sucedió además de esa cantidad de agua intensa en tan pocos días que ningún sistema puede de alguna manera dar respuesta? Los gestores públicos aducen, como siempre, a una cuestión de infraestructura. Toda el área metropolitana de Porto Alegre está conectada a un sistema, a un ecosistema que es el lago Guaíba, y desemboca en la Laguna de los Patos, que es de una extensión de aproximadamente 400 km (imaginemos una laguna del tamaño entre La Plata y Mar del Plata). El tamaño que tiene entonces generó, con toda esta cantidad de agua, una situación que invadió la ciudad y toda la ciudad hasta el sur de Brasil, en la ciudad de Pelotas y, por último, la ciudad de Río Grande, donde la laguna desemboca en el océano Atlántico por un solo canal. Entonces, toda esta agua superó la medida de inundación y llegó a superar niveles críticos. Inundó todas las grandes zonas aledañas a las riberas, y ahí falla la infraestructura urbana. Los muros de contención que se habían hecho para posibles inundaciones portuarias de la ciudad de Porto Alegre, que tuvo una inundación similar en el año 1941, fallaron porque no se les dio mantenimiento, y las compuertas no abrían ni cerraban correctamente. Esto generó toda una cuestión de infraestructura que terminó en la situación que hemos visto.

Pero como hemos comentando antes, la forma de ocupación inadecuada del territorio, invadiendo las zonas destinadas al cauce de inundación de los cursos de agua, agudizó este problema al punto de generar esta catástrofe de características ambientales pero de consecuencias sociales terribles.

La causa profunda está en la expansión urbana de manera indiscriminada, que tensiona los cursos de agua y su matriz natural. Por otro lado, también el avance de la frontera agropecuaria rural provoca deforestación para mayores cultivos o manejo de ganado. Obviamente, esto también contribuye a este tipo de situaciones, porque estos territorios empiezan a no tener la misma capacidad de absorber agua frente a lluvias o fenómenos tan intensos como los que se viven hoy. El suelo se va lavando y el agua corre sin poder ser absorbida, generando inundaciones en lugares no esperados.

Sin duda, todo esto está vinculado. Por eso hablamos de un ecosistema; esto es una cuestión sistémica, interrelacionada e interdependiente. No se puede analizar de manera aislada y está íntimamente vinculada a estas causas profundas en términos de patrones no sustentables tanto de producción rural como de producción de las ciudades. Esto lleva a la situación de emergencia ambiental que se está viviendo en el mundo, ocasionada por fenómenos como el que se vivió en Río Grande del Sur. Una cosa acompaña sin duda a la otra.

Estas respuestas, tanto la climática y científica como la de infraestructura dura de una ciudad, tienen otro correlato que es el que nosotros vemos: el avance de la expansión urbana sobre los espacios que deberían ser protegidos, como las zonas ribereñas, las laderas de montañas y la matriz ecológica del territorio. Esto no se considera ni se cuida, y con el avance del desarrollo inmobiliario sobre estas zonas, se ocupan tierras que eran inundables y que fueron rellenadas históricamente. 

Como sabemos, la naturaleza en situaciones críticas como ésta, vuelve a buscar sus cauces naturales, por lo que inunda todos los territorios que le corresponden de manera natural. Por eso, al no respetar la matriz ecológica, hoy sufrimos el desastre que esto implica. Nos olvidamos que fue un manejo completamente irresponsable e inadecuado de ocupación de territorio durante décadas, y hoy tiene estos resultados

Afecta a las ciudades en el sentido de que deben cambiar el patrón de ocupación de territorio por patrones mucho más sustentables, que generen una permeabilidad del suelo y del paisaje. Esto produciría corredores verdes y conexiones con espacios de retención de aguas, como lagunas, que pueden manejarse como lugares atractivos y de recreación para la ciudad (el ejemplo de Curitiba en el Estado de Paraná), pero al mismo tiempo de regulación de estas oscilaciones vinculadas con los cursos de agua. Hoy esta situación está mucho más agudizada por los efectos del cambio climático y el calentamiento global. 

Entonces, aquí hay una causa profunda que está vinculada con un mal manejo de la ocupación del territorio, principalmente con un manejo prepotente del crecimiento de la ciudad, tensionando las áreas naturales y principalmente las áreas que corresponden de manera natural a los cursos de agua.

Primero, esto genera una crisis en el abordaje clásico del manejo del territorio. No se puede abordar el territorio como se hacía antiguamente. Aquí hay que entender desde un modelo sistémico, con una visión global, como bien dice una frase. 

Visión global entendiendo lo que está sucediendo en el mundo en términos generales, como el calentamiento global y los efectos climáticos, y proyectando en las microrregiones y regiones. Es decir, entender la nueva forma de actuar a partir de modelos que conecten e interrelacionen toda la microrregión y, actuar localmente, en los casos donde sea necesario. Ese ida y vuelta es lo que uno llama un abordaje de multiescala.

Cuando hablamos en términos concretos de un nuevo patrón de manejo de ocupación y uso de suelo, tenemos que romper esos patrones de expansión horizontal que las ciudades han seguido hasta ahora. Se trata de la expansión horizontal de viviendas individuales que ocupan el territorio y avanzan sobre los territorios rurales y núcleos naturales a proteger, como la vegetación nativa y los cursos de agua. 

Debemos adoptar un nuevo enfoque, una forma de urbanización más compacta y próxima, con cierta verticalización moderada, pero relacionada con núcleos autosuficientes conectados, y de alcance multipropósito. Esto significa islas urbanas conectadas entre sí que permitan la permeabilidad del suelo y del paisaje, la integración con corredores verdes y cursos de agua que respeten la matriz ecológica. Al mismo tiempo, deben generar núcleos económicos, educativos y de salud en zonas de ocupación leve, no muy grandes, y conectados entre sí. En ese sentido, debo destacar que se trata de conceptos construidos a partir de las enseñanzas y experiencias inspiradoras compartidas, en muchos casos, con mi gran maestro, el Dr. Rubén Pesci. 

Es una nueva manera de abordar los territorios, siempre aprendiendo y respetando las matrices ecológicas de cada territorio. Si no partimos de esa base y volvemos a generar un modelo prepotente que tensiona las estructuras ecológicas de los territorios, seguiremos teniendo situaciones como la que lamentablemente sucedió en Río Grande del Sur. 

En ese sentido, es muy importante que estas nuevas formas de modelaje de los territorios se tengan en cuenta. Hoy se habla, por ejemplo, de “ciudades esponja”, que no son más ni menos que ciudades que permiten la interpenetración de la ruralidad en la urbanidad, con corredores verdes y zonas de amortiguamiento entre el área urbana de actividades intensas mixtas y las áreas rurales y naturales. En fin, es una nueva manera de interrelacionar que vaya transformando estos territorios para que podamos tener salidas como las masas verdes en los pueblos, que transforman los territorios de manera benéfica.

Sabemos que estamos en un cambio climático profundo provocado por este efecto de calentamiento global, o efecto estufa, como se dice en Brasil. Esto hace que estas situaciones con seguridad, se vuelvan más habituales o periódicas. Pasamos de grandes choques climáticos vinculados con lluvias intensas e inundaciones a una desertificación total, vamos de un extremo a otro permanentemente. 

Las ciudades y los territorios deben comenzar a ser más resilientes (y no apenas mitigar y adaptarse…), pero esto no implica solo colocar tecnología e inteligencia en las ciudades. Cualquier sistema de inteligencia telemática, como las ciudades inteligentes, puede ayudar en las mediciones y prevenciones de estos grandes efectos climáticos. Debemos tener respuestas superadoras que ataquen las causas profundas en el modelaje, en la forma de ocupación y en las maneras de uso. La tecnología sola no va a resolver este problema. Puede ayudarnos a medir y comprender los territorios de una forma más rápida, pero las soluciones deben venir a partir de la toma de decisiones responsables y sostenibles.

Las palabras de Daniel Caporale son por demás elocuentes para describir lo acontecido en el sur de Brasil y que esperar hacia adelante. Frente a esta realidad,  propone un nuevo enfoque de abordaje y gestión urbana, que pueda enfrentar y dar respuestas superadoras a este tipo de emergencia ambiental que vivimos. Esa lógica de urbanismo integrado y consciente del territorio y la sociedades es la que vienen promoviendo desde su consultora SG en diversas iniciativas en ciudades brasileras como Gramado, Nueva Petrópolis, Ivoti y Monte Verde (a veces, en sociedad con otras empresas como Cepa Arg., Matricial Eng. y MR Arq., entre otras) y más recientemente en el innovador Proyecto Estancia Velha 2050, en sociedad con las empresas VB Solution e GB Comunica-arte.

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