En un mundo donde la preocupación por la sostenibilidad y el medio ambiente se encuentra en constante aumento, es crucial examinar el impacto de nuestras elecciones alimenticias en el cambio climático. La producción de alimentos no solo incide en nuestra salud, sino también en el equilibrio ambiental del planeta. Un aspecto crucial de esta problemática es la emisión de Gases de Efecto Invernadero (GEI), que contribuyen al calentamiento global. Vamos a sumergirnos en esta realidad, explorando qué clase de alimentos generan las mayores emisiones, pero también evaluando la cantidad de agua que se utiliza en su producción.
La intensidad de las emisiones de GEI se mide en kilogramos de dióxido de carbono equivalentes (kg CO2eq) por unidad de alimento, gramo de proteína o caloría. Los alimentos de origen animal, como las carnes rojas, productos lácteos y crustáceos de piscifactoría, lideran en emisiones. La producción de carne implica la tala de árboles para pastizales, emisión de metano por el ganado y óxido nitroso de los residuos y fertilizantes.
A su vez, otro factor a considerar en el impacto ambiental derivado del proceso de producción de alimentos es la intensidad de uso de agua, que se mide con la huella hídrica de cada producto.
AGUA UTILIZADA EN EL PROCESO PRODUCTIVO
La Huella Hídrica mide la cantidad de agua utilizada en la producción de diversos bienes y servicios. En este caso evaluaremos a los alimentos en los que, aunque no parezca, son intensivos en el uso de agua en el proceso de producción de los mismos, lo cual es un factor crucial para la sostenibilidad. Por ejemplo, medio kilo de manteca requiere 2.700 litros de agua, mientras que una hamburguesa necesita unos 2.400 litros. Entre los alimentos vegetales, el arroz lidera, con 1,700 litros por medio kilo. Las bebidas, especialmente la leche, tienen una demanda significativa de agua, con 1,000 litros para un litro de leche.
La relación entre la producción de alimentos y uso de agua no es menos significativa. Desde el arroz hasta la leche, cada alimento tiene su propia huella hídrica. Este impacto impulsa la necesidad de un desarrollo sostenible en el consumo de alimentos. Acá te mostramos una lista con la Huella Hídrica de muchos alimentos comunes en nuestra dieta:
- medio kilo de manteca, 2.700 litros;
- una hamburguesa, 2.400 litros;
- un kilogramo de arroz, 1.700 litros;
- un kilo de trigo, 1.000 litros;
- un litro de leche, 1.000 litros;
- dos huevos, 400 litros;
- un jugo de naranja, 170 litros;
- un kilo de maíz, 90 litros;
- una manzana, 70 litros,
- una naranja, 50 litros.
EMISIONES DE GEI DE LOS ALIMENTOS
La mayor parte de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) relacionadas con los alimentos se originan en el uso del terreno y la agricultura. Este proceso incluye diversas actividades que contribuyen al calentamiento global y afectan la salud de nuestro planeta. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) destaca que el impacto climático de los comestibles se mide en términos de la intensidad de estas emisiones, expresada en kilogramos equivalentes de dióxido de carbono por cada kilogramo de alimento, gramo de proteína o caloría. Algunos factores a tener en cuenta en este proceso:
- Producción de cultivos: Los fertilizantes utilizados en la tierra para cultivar alimentos contienen óxido nitroso, contribuyendo significativamente a las emisiones de gases de efecto invernadero.
- Tala de árboles para expansión del terreno: La expansión de tierras de cultivo a menudo implica la tala de árboles, liberando grandes cantidades de dióxido de carbono almacenado en los bosques.
- Otras emisiones agrícolas: Las emisiones relacionadas con el aprovechamiento del estiércol, el cultivo de arroz, la quema de residuos de cultivos y el uso de combustibles en las granjas también contribuyen significativamente a la huella de carbono.
- Refrigeración, Transporte y Gestión de Desechos: Una parte menor de la generación de gases ocurre mediante la refrigeración y el transporte de alimentos, la producción de papel y envoltorios para empaquetar el producto final, y la gestión de los desechos alimenticios.
EMISIONES DIRECTAS DE LOS ALIMENTOS
La ONU destaca que la medición de las emisiones incluye no solo el dióxido de carbono, sino también otros gases como el metano y el óxido nitroso. En este contexto, se revela que los alimentos de origen animal son los principales contribuyentes al cambio climático. La medición expresada en kilogramos de emisiones de GEI por cada 100 gramos de alimentos revela que los 5 productos que más contribuyen son:
- Carne vacuna: 70.6 kg
- Carne de cordero: 39.7 kg
- Mariscos:26.9 kg
- Queso: 23.9 kg
- Pescado:13.6 kg
El liderazgo de los alimentos de origen animal en las emisiones se debe a diversas razones. La producción de carne, especialmente las carnes rojas, requiere extensos pastizales, resultando en la tala de árboles y la liberación de dióxido de carbono. Además, el ganado emite metano durante la digestión, mientras que los desechos animales y los fertilizantes emiten óxido nitroso, otro gas de efecto invernadero.
Los criaderos de crustáceos, por su parte, contribuyen a la liberación de carbono almacenado en manglares talados, amplificando la huella ambiental de la producción de alimentos.
LA REDUCCIÓN DE DESECHOS COMO UNA VÍA DE MITIGACIÓN
Está claro que no podemos dejar de elaborar alimentos en el planeta, pero quizás una acción clave es tener en cuenta cuáles son las mejores vías para producir, contemplando procesos, tecnologías e insumos que afecten lo menos posible al planeta, reduciendo significativamente el impacto ambiental.
No obstante, otra acción determinante para abordar esta problemática radica en la reducción de los desechos alimentarios. Casi 1000 millones de toneladas de alimentos, que representan el 17% de los alimentos disponibles para los consumidores, terminan en la basura anualmente. Estos desechos contribuyen significativamente a las emisiones globales de Gases de Efecto Invernadero, convirtiéndolos en un componente crucial para abordar el cambio climático.
En resumen, la producción de alimentos no solo se trata de lo que colocamos en nuestros platos, sino de las decisiones que tomamos para garantizar la salud de nuestro planeta. La conciencia y la acción son esenciales para avanzar hacia un futuro donde la sostenibilidad y la alimentación saludable coexistan armoniosamente.
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