La electromovilidad es una tendencia mundial ineludible. En 2022 las ventas de vehículos eléctricos en el planeta crecieron 60% y superaron los 10 millones por primera vez, por lo que 1 de 7 unidades vendidas fueron eléctricas.
Si bien China es el líder de esta transformación por su capacidad productiva y comercial, teniendo el mercado interno más grande del mundo, es sabido que a nivel mundial los países nórdicos han sabido sacar un halo de distancia en relación al cuidado ambiental y la implementación de políticas que impulsen el desarrollo sostenible. No solo por su disciplina a la hora de respetar las normativas, sino también por la conexión con el entorno que arrastran desde sus épocas más nómadas.
Este combo le había permitido a uno de ellos, Noruega, tener el mercado con mayor proporción de ventas de vehículos eléctricos (VE) durante los últimos años. Sin embargo, tras el cambio de gestión administrativa y gubernamental y la quita de políticas destinadas al impulso de este tipo de autos, las ventas de motorización alternativa a la combustión se han desplomado en los últimos meses.
Para dar números contundentes: en 2022, casi 8 de cada 10 noruegos que compraban vehículos priorizaban la motorización eléctrica a la hora de elegir incorporar movilidad a sus familias, o sea que sólo el restante 20% optaba autos de combustión interna. Esto fue parte de un plan de largo plazo planteado desde 2017, que aspiraba que para el año 2025 ya no se vendan más vehículos a combustión y se delinearon medidas para que así ocurriera. Eso permitió pasar de un mercado con sólo 2,9% de comercialización de unidades eléctricas hace 10 años, a 65% en 2021 y a 79% en 2022.
A priori, alguien que lee estas estadísticas podría pensar en un cambio de paradigma por parte de los compradores y del público en general. Sin embargo, ya para principios de 2023 estos números se invirtieron, siendo la opción eléctrica la menos elegida. Pero, ¿qué pasó?
EL PORQUÉ DE LA INVOLUCIÓN
Los expertos noruegos explican esto en una política fundamental que fue removida por la nueva gestión libertaria. Hasta 2022 quienes deseaban comprar un vehículo a base de combustibles fósiles deben pagar un 25% de IVA, mientras que quienes optaban por el eléctrico no tenían impuestos de ningún tipo. Esto se tradujo en algo excepcional a nivel mundial: modelos de alta gama eléctrico mucho más baratos que los tradicionales, algo que no sucede en la actualidad.
Ya para el año 2023 este beneficio diferencial en la tasa impositiva no solo fue eliminado, sino que las ventas de vehículos eléctricos se vieron modificadas por un nuevo impuesto.
Es que a partir de este año, todos los modelos que superen los 500 kilos deberán pagar 1,12 euros de más por cada kilo por encima de lo permitido.
Teniendo en cuenta que estos vehículos tienen un promedio de 350 kilos solamente en la batería, se han encarecido de manera considerable las opciones eléctricas en el país nórdico.
La que se expidió al respecto fue la secretaria general de la Asociación de Vehículos Eléctricos de Noruega, Christina Bu, quien aseguró: “Los compradores de automóviles no pueden soportar más sorpresas como el impuesto al peso que recibimos el otoño pasado. Por el contrario, los políticos en el presupuesto nacional revisado deben estar preparados para hacer ajustes para garantizar que la proporción de autos eléctricos siga siendo alta”.
Esto no solamente generó malestar, sino que permitió que los diez vehículos más elegidos en los primeros meses de 2023s sean nuevamente opciones de combustión interna.
Aunque es verdad que en la actualidad el 20,7% del parque circulante de vehículos particulares en el país responden a la electromovilidad (alrededor de 600 mil unidades de VE), la quita de impuestos puso en duda si realmente es la opción elegida por los nórdicos y su pasión ambiental o si simplemente era una cuestión de conveniencia impositiva. ¿Vos qué pensás al respecto?
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