Desde el 20 de marzo de 2020, a causa del aislamiento obligatorio y las sucesivas restricciones impuestas por el gobierno nacional por la pandemia de covid19, las escuelas y universidades argentinas debieron cerrar sus puertas hasta superar el riesgo sanitario y que las clases puedan impartirse de forma segura.
En ese momento, que parece muy lejano en el tiempo, el sistema educativo en su conjunto no estaba preparado en absoluto para la reconversión digital abrupta que tuvo que afrontar sin transición alguna. Las clases debieron comenzar de forma virtual y la modalidad a distancia fue adoptada a los apuros, impuesta por las sorpresivas circunstancias.
Los plataformas digitales: una solución parcial
Salvo por las crecientes carreras y cursos a distancia que ya tenían un sistema virtual implementado, las disciplinas universitarias y secundarias tuvieron que volcar repentinamente su contenido a internet y los docentes pensar diversas formas de conectarse con sus alumnos. Por eso comenzaron a emplear plataformas educativas como las aulas virtuales (que muchas facultades ya utilizaban) o sistemas más improvisados como Whatsapp, Zoom y Google Drive, entre otros.
Además de que muchos docentes y alumnos no estaban familiarizados con estas herramientas, la dinámica y el ambiente de una clase en un medio digital es muy distinta a la de la clase convencional y no es fácil adaptarse rápidamente a tantos cambios en una metodología educativa tan consolidada y estancada a través de los años.
Debido a eso, la calidad del proceso de enseñanza-aprendizaje se deterioró en la mayoría de los casos y se sumó a los problemas sociales y económicos de muchas familias, que ya existían y se agravaron con esta crisis multidimensional de escala mundial.
Inclusión digital: clave para el futuro educativo
Más allá de que esta compleja crisis sanitaria está en vías de solucionarse con la vacunación, es posible tomar aprendizajes y herramientas digitales útiles para complementar las clases presenciales y contar con más recursos de enseñanza.
Por eso la inclusión digital es un concepto clave para el despliegue de políticas educativas integrales, pero ¿De qué hablamos cuando nos referimos a esto?
La inclusión digital es un proceso mediante el cual las personas, a partir del acceso democrático a tecnologías de la información y la comunicación, adquieren conocimientos acerca de las herramientas digitales y sus posibilidades de uso para mejorar sus condiciones de vida.
Es decir que, para considerar a alguien un incluido digital, no es suficiente que cuente con la tecnología y el acceso a internet sino que debe saber cómo emplear esa tecnología para su beneficio individual o colectivo.
Esta perspectiva es un buen punto de partida a la hora de abordar la situación de las personas que no pueden acceder a las clases virtuales y de elaborar programas que las contemplen y procuren su inclusión en el mundo digital.
Un programa que pretendió desarrollar la idea de la inclusión digital fue el Conectar Igualdad. Éste fue lanzado en 2010 y luego desmantelado por el gobierno de Macri. Su reactivación es reclamada por el sistema educativo, junto a otras demandas.
Sin embargo, la brecha tecnológica que existe en la sociedad argentina no se resuelve únicamente con la entrega de dispositivos tecnológicos sino con un plan de incorporación de esa tecnología en los hogares y en la dinámica familiar.
En ese sentido, Conectar Igualdad no era completo ni suficiente. Ya que no fue implementada junto con un plan de capacitación dirigida a docentes y alumnos para la utilización de las notebooks que entregaba.
En este contexto local y mundial, donde las tecnologías adquieren cada vez mayor influencia y relevancia social, es un deber de los estados elaborar programas que impulsen la inclusión digital y la inserción de los marginados tecnológicos dentro de la sociedad de la información y la tecnología para no seguir perpetuando la desigualdad y la falta de oportunidades.
Las clases virtuales no son para todos
La posibilidad y la calidad de la interacción con los alumnos es uno de los principales problemas que acarrea esta situación. Ya que, según un informe del Observatorio Argentinos por la Educación, hasta el año pasado el 19,5% de los alumnos de las escuelas primarias y el 15,9% de los alumnos de nivel secundario en Argentina no tenía acceso a internet en el hogar.
Estos datos expresan un problema que va más allá de los desafíos que plantea la educación a distancia. La falta de acceso a internet de casi un quinto de nuestros estudiantes nos habla de la desigualdad estructural que vive Argentina en todas las facetas de su desarrollo y que queda expuesta en este caso, por la imposibilidad de los alumnos a satisfacer un derecho humano tan básico como lo es la educación.
Esta desigualdad estructural también se advierte cuando se pone el foco en cada provincia. Ya que, mientras que en CABA el 7,2 %de los estudiantes no tiene conectividad a internet, en Santiago del Estero este porcentaje llega al 40,7 %.