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Este concepto, difundido en Europa, permite tomar prestadas aquellas cosas que son utilizadas menos de una vez al mes. Asį, principalmente herramientas y electrodomésticos se ponen en funcionamiento y evitan acumularse en casas sin ser utilizados. Por ejemplo, alguien que necesite colgar un cuadro no tendrá que comprar un taladro que no volverá a usar, sino que podrá tomar uno prestado.

¿Sabías que un taladro es utilizado un promedio de 15 minutos durante toda su vida útil? Esto sucede con una gran cantidad de herramientas, lo que se traduce en gastos totalmente innecesarios para comprar elementos que solo se utilizarán una sola vez para después convertirse en basura electrónica. 

Esto mismo puede suceder con un artículos como planchas, bolsas de dormir y hasta juegos de mesa que quedan escondidos en algún rincón familiar sin que nadie los utilice, cumpliendo la única función de acumular polvo en los estantes. 

Para evitar esta situación y brindar un mayor aprovechamiento circular a los objetos, es que ha surgido hace un tiempo en el mundo, pero principalmente en España, un concepto más que interesante: las Bibliotecas de las Cosas. La idea es simple, poner a disposición un lugar donde estos elementos poco utilizados pero siempre necesarios puedan estar a disposición de las personas sin necesidad de comprar para almacenar. 

De esta manera, quien necesite hacer un agujero para colgar un cuadro o quiera utilizar una mezcladora de cemento o simplemente una procesadora para hacer una tarde de licuados, pueden acercarse a las distintas bibliotecas de las cosas y obtenerlo mediante un alquiler o un préstamo, dependiendo de cómo sea el arreglo. 

Cabe mencionar que de esta manera buscan impulsar la Economía Circular, dandole un nuevo valor a aquellos elementos en desuso, sacándolos del amontonamiento y el coleccionismo para poder cumplir su función vital: funcionar. 

Cataluña es uno de esos lugar donde han impulsado este proyecto basándose en una idea que tuvo origen tiempo atrás en Londres. Ahora, más precisamente en el distrito de San Martí, es donde lograron emularla en una búsqueda que desde hace 15 años llevan adelante para alargar la vida útil de las cosas. Tras varios años de estudios y pruebas inauguraron este espacio que comenzó con unos 50 elementos y la búsqueda de potenciar el consumo colaborativo a través de la economía social y solidaria al mismo tiempo que buscan fomentar el apoyo mutuo y la comunidad.

Claro que para que este método funcione es necesario poder darle un valor agregado a esta situación, para ello no se trata de un préstamo gratuito, sino que se paga un alquiler simbólico, que ronda los dos euros por semana..

Los objetos más solicitados son aquellos que se usan con baja frecuencia como las herramientas o incluso muletas o sillas de ruedas y se catalogan de acuerdo a su utilización:  ocio y aventura (carpas, bolsas de dormir o una bicicleta), limpieza y hogar (panificadora, parrilla o minipimer), oficina (equipo de música, webcam o engrampadora), curas y salud (silla de ruedas o muletas) y bricolaje (caja de herramientas o taladro).

A esta iniciativa se sumaron vecinos del lugar que donaron esos elementos que no utilizaban para poder darles un nuevo uso y así alargar su vida útil. Además, en consonancia con esta iniciativa se realizaron encuestas en colegios y zonas residenciales para conocer efectivamente cuántas personas tenían un taladro y cuantas personas lo usaban de manera habitual. Los resultados arrojaron que de cada 13 personas que tenían taladro solo una la había usado durante el último mes.  

“Para eso, antes que comprarlo es mucho mejor venir aquí, alquilarlo por un euro y devolverlo. Es más sostenible, no ocupa espacio y, además, se ayuda a crear comunidad, redes entre unos y otros”, explicaron desde el local español. 

Origen en Londres

Esta iniciativa surgió de las ganas de emprender sosteniblemente de tres mujeres inglesas. Rebecca Trevalyan, Sophia Wyatt y Emma Shaw iniciaron un proyecto piloto en la biblioteca pública donde, tres veces a la semana abrían sus puertas para que las personas puedan tener acceso a un sin fin de elementos poco utilizados. El proyecto que hoy funciona como un voluntariado es inspiración para una decena de estos emprendimientos que se han impulsado por toda Europa. 

El funcionamiento de la Biblioteca es sencillo, dispone de casi todas las cosas … y la gente viene a pedirlas en prestados a muy bajo costo. Todos los artículos tienen un precio en función de su valor y la cantidad de personas que lo quieren pedir prestado”, explicó Rebecca Trevalyan,

La empresa ha ganado el premio de la Royal Society of Arts como “modelo de empresa social” y, según explicaron, “además de las tasas de los préstamos, los fundadores esperan generar ingresos mediante la venta de mercancías auxiliares, productos de marca, camisetas, tornillos y líquidos de limpieza. También han ganado un premio de la Royal Society of Arts como modelo de empresa social.

“Estamos interesados en cómo podemos hacer una organización responsable ante la comunidad y para que nuestros miembros estén en un verdadero nivel  peer-to-peer. Eso es muy diferente de un modelo de estilo Uber, donde la plataforma de intercambio es de propiedad privada”, explicó la emprendedora.

En Europa esto empezó a ser utilizado no solo como una la posibilidad de ahorrarse el dinero que se gastaría en una costosa herramienta, sino también ir y elegir entre las opciones para encontrar nuevas tareas o realizar alguna que haya sido postergada con anterioridad. Ir a la Biblioteca de las Cosas y ver la oportunidad de alquilar una bicicleta para un paseo costero o una parrilla eléctrica para un día de familia en casa. Se trata de compartir, colaborar y hacer circular los elementos que se encuentran a disposición. En vez de seguir comprando, usar lo que ya se encuentra disponible. ¿Te has puesto a pensar cuantas aspiradoras pueden haber en un solo edificio? ¿O cuantas cortadoras de césped puede haber en un barrio? Es tanto el nivel de consumo que hoy se trata de compartir, no de comprar.

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