Hacia ciudades inteligentes,
sustentables e inclusivas.

En un mundo cada vez más urbanizado, las ciudades metropolitanas se consolidan como ejes estratégicos del desarrollo económico, social y ambiental. Sin embargo, su crecimiento acelerado plantea desafíos urgentes en términos de gobernanza, desigualdad y sostenibilidad. ¿Cómo repensar estos territorios complejos para garantizar un futuro más justo y resiliente?

A medida que el planeta se urbaniza aceleradamente, las ciudades dejan de ser unidades aisladas para transformarse en tejidos complejos de interacción territorial, económica y social. En este nuevo mapa del siglo XXI, las ciudades metropolitanas emergen como nodos clave de gobernanza, producción y habitabilidad. Sin embargo, su crecimiento conlleva desafíos estructurales que exigen repensar cómo planificamos, gobernamos y vivimos en estos conglomerados.

Una ciudad metropolitana es una conurbación urbana que incluye a una ciudad núcleo (central) y una serie de municipios, localidades o asentamientos periféricos funcionalmente integrados. Aunque cada jurisdicción mantiene su autonomía administrativa, las personas que viven en ellas comparten redes de transporte, empleo, educación, salud, servicios y vínculos económicos.

Según ONU-Hábitat, se considera que existe un sistema metropolitano cuando:

  • El crecimiento urbano desborda los límites administrativos.
  • Hay interdependencia económica entre municipios.
  • Existen flujos diarios de movilidad significativos entre núcleos y periferia.

Esto no es un fenómeno aislado. De hecho, más de 4.200 millones de personas, o sea el 55% de la población mundial viven actualmente en ciudades (pero hacia el año 2050 este ratio llegará al 70%). Pero no solo eso, más de la mitad de esas personas que habitan en ciudades, lo hacen en regiones metropolitanas.

  • 600 áreas metropolitanas concentran el 60% del PBI global, según el McKinsey Global Institute. Además, actualmente el 30% de la población mundial vive en menos de 2000 metrópolis y también se espera un crecimiento, ya que para 2035 llegaría al 40%.
  • En América Latina, el 80% de la población vive en ciudades, y más del 60% en áreas metropolitanas.
  • En Argentina, existen 32 aglomerados metropolitanos, que representan el 63% de la población total del país.
  • En el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) viven más de 15 millones de personas, es decir, casi 1 de cada 3 argentinos.

Las regiones metropolitanas concentran recursos, innovación, población activa y oportunidades. Son el epicentro de:

  • Innovación tecnológica: núcleos de universidades, hubs emprendedores, industrias del conocimiento.
  • Conectividad global: aeropuertos, puertos, redes digitales.
  • Cultura e identidad: circuitos artísticos, históricos, deportivos y turísticos.
  • Política y gobernanza: decisión estratégica a nivel nacional y regional.

Estas ciudades no solo absorben población rural, sino que también generan efectos de arrastre sobre territorios más amplios, siendo clave para articular políticas de desarrollo territorial.

Pese a su potencia, el crecimiento de las ciudades metropolitanas no está exento de tensiones profundas:

1. Fragmentación institucional

  • Múltiples municipios, sin coordinación efectiva.
  • Competencias superpuestas y falta de una autoridad metropolitana.
  • Planificación sectorial desconectada de una visión integral.

2. Desigualdad territorial

  • Acceso desigual a servicios, educación, salud y vivienda.
  • Barrios informales en la periferia, sin infraestructura básica.
  • Brechas de calidad urbana entre centro y periferia.

3. Presión ambiental

  • Expansión descontrolada del suelo urbano.
  • Aumento de la movilidad motorizada y emisiones.
  • Pérdida de áreas verdes y recursos hídricos metropolitanos.

Un dato alarmante: según el BID, en América Latina una de cada cuatro personas que viven en áreas metropolitanas lo hacen en condiciones de informalidad urbana, sin acceso a servicios formales, transporte digno o vivienda adecuada.

¿Sabés cuáles son las ciudades más pobladas del mundo? Lidera Tokio (Japón), seguida por Nueva Delhi (India), Shangai (China), Daca (Bangladesh), San Pablo (Brasil), Ciudad de México (México) y El Cairo (Egipto).

Si bien cada ciudad es un caso particular y sus perfiles son muy variados, aquí te citamos algunos ejemplos interesantes relacionados a cuestiones metropolitanas.

  • Ciudad de México: 21 millones de personas, 76 municipios en 2 estados distintos, sin una autoridad metropolitana.
  • Madrid: con 179 municipios en su área metropolitana, creó la Comunidad Autónoma de Madrid como estructura de planificación supramunicipal.
  • Curitiba (Brasil): ejemplo histórico de planificación metropolitana basada en corredores de transporte y desarrollo orientado al tránsito (TOD).
  • Medellín: su Área Metropolitana del Valle de Aburrá cuenta con una entidad metropolitana con presupuesto propio, plan estratégico y competencias en movilidad, ambiente y planificación.

La respuesta es sí, pero requiere transformaciones profundas. Aquí algunos aspectos cada vez más determinantes:

  • Transporte integrado y multimodal, con prioridad en modos sustentables (metro, BRT, bicicleta).
  • Gobernanza metropolitana participativa, con instancias de coordinación política y planificación común.
  • Infraestructura verde para mitigar el cambio climático urbano: corredores biológicos, techos verdes, drenaje urbano sostenible.
  • Políticas de vivienda y suelo inclusivas, que reduzcan la segregación socioespacial.

Ejemplos como el Grand Lyon (Francia) o Portland Metro (Estados Unidos) muestran que es posible institucionalizar una gestión metropolitana con enfoque en sostenibilidad, equidad e innovación.

El futuro de la humanidad es, en gran medida, metropolitano. Las decisiones que tomemos hoy en torno a cómo gobernamos, planificamos y vivimos nuestras áreas metropolitanas definirán el bienestar de las próximas generaciones.

Desde Utopía Urbana, entendemos que abordar la cuestión metropolitana no es solo una cuestión técnica, sino también ética y política. Requiere una nueva cultura urbana: una que entienda que el bienestar de un municipio depende del conjunto, y que los desafíos del siglo XXI —crisis climática, desigualdad, transformación digital— no reconocen fronteras administrativas.

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