Hacia ciudades inteligentes,
sustentables e inclusivas.

Son espacios denominados anti confort que buscan evitar reuniones de los sectores estigmatizados como las clases bajas, indigentes o adolescentes reunidos en banda. Constituyen una política deshumanizante y agresiva. Algunos ejemplos son los pinches en las salidas de los negocios o asientos incómodos en las plazas principales.

Desde la creación de las primeras ciudades en la Grecia de las polis aristocráticas y filosofadas, el ser humano ha avanzado con un objetivo en común: mejorar la calidad de vida de las personas. La modernidad, miles de años después, busca seguir avanzando en ese sentido aunque no siempre lo logra. 

Así como hemos visto soluciones innovadoras, prácticas e inteligentes, los intentos por mejorar la vida de las personas no siempre han resultado positivamente. El caso más emblemático sea, quizás, el de la denominada arquitectura hostil

Esta tendencia se basa en la arquitectura urbana moderna mediante el cual por medio de las edificaciones o construcciones de mobiliarios incómodos o poco prácticos, los gobiernos buscan desalentar su utilización. 

Se trata de aquellos casos donde las plazas o espacios públicos son cubiertos con pinches, metales, rocas o estructuras metálicas para evitar que aquellas personas sin hogar duerman al resguardo de la intemperie. 

“En verdad es una política deshumanizante y agresiva que manifiesta a través del diseño de estos materiales físicos una intolerancia a determinados grupos que demandan un lugar en el espacio público”, expresó en diálogo con Télam la arquitecta y activista por los Derechos Humanos, Ana Falú.

FUNDAMENTOS E INTENCIONES DEL HOSTILISTMO

Volviendo al origen de las polis, donde el debate era la articulación público privada y conocer los límites de la propiedad particular, y sobre esto también busca avanzar la arquitectura hostil, considerando que los espacios públicos tienen que tener ciertas limitaciones propuestas desde el diseño para que la sociedad civil no pueda hacer uso de estos espacios ante sus necesidades individuales. 

Por ejemplo, este banco que se puede observar en la foto, a simple vista parece ser un espacio donde una persona puede detenerse a esperar un encuentro, realizar una llamada o simplemente descansar. 

Sin embargo, no parece ser un asiento que brinde ciertas comodidades a los usuarios, con el valor agregado que el pedazo de metal que parece ser un apoyabrazos, no es más que un objeto que busca impedir que las personas puedan dormir allí. 

“Son diseños que no brindan el espacio público para que la ciudadanía encuentre su descanso, sino todo lo contrario, son anti confort”, explicó Ana Falú. Según la especialista, por medio de este estilo arquitectónico se busca emular un modelo punitivista, carcelario y expulsivo

Esta intención sin dudar que está en las antípodas de lo que buscan impulsar las ciudades sustentables, saludables con el medio ambiente e inclusivas. Por lo que va en contra de fortalecer la integración de todas las personas del entorno de la ciudad. 

También en diálogo con Télam, la abogada Claudia Cesaroni brindó información al respecto: “Es evidente que el objetivo principal es invisibilizar la pobreza, pero también es limitar todas las cosas que se pueden hacer, por ejemplo, en un banco: leer, tomar mate, dar de amamantar, besarse, jugar”

“Esto responde a un mundo de la privatización y un individualismo galopante, donde el concepto de espacio público, que presenta cortes sociales y raciales, deja de ser colectivo y de albergar al conjunto de la sociedad“, agregó Falú.

NUEVA YORK Y SU POLÍTICA HOSTIL

Dentro de los grandes ejemplos mundiales, el de la Universidad de Nueva York, impulsor y ejemplo de este modelo era uno de los más representativos para lograr comprender el por qué de este movimiento. 

Jon Ritter, historiador de arquitectura internacional de dicha institución explicó: Hay unos que lo ven como algo hostil y antisocial, mientras que para otros es un elemento defensivo para protegerse contra los sinhogar, los vagabundos, a los que pienso que injustamente se les relaciona con el crimen“. 

En aquel edificio, los simbolismos no se hacen esperar y este modelo se replica en los pasillos de las clases, no solo como un ejemplo vivo de lo que se teoriza, sino también como una realidad material sobre cómo buscan construir la sociedad. 

“Es un desarrollo arquitectónico visto como una manera legítima para proteger a los propietarios y a los ciudadanos frente al desorden. Surgió como un movimiento intelectual para servir a unos clientes”, concluyó. 

En Argentina, por ejemplo, algunas de las plazas más famosas o los locales aledaños han implementado este tipo de arquitectura para evitar concentraciones masivas en las marchas y manifestaciones, como así también que alguna persona sin hogar quiera descansar allí.

Este modelo se ha expandido de manera rápida y eficaz por el mundo, de manera que muchas de las grandes ciudades lo han adoptado como modelo de urbanización, como es el caso de ciertas zonas de Londres y Gales, donde incluso han implementado zumbidos en los espacios públicos para evitar las reuniones de adolescentes. 

“No son diseños fallidos, al contrario, son perfectamente exitosos, son sistemas y mobiliarios intencionalmente incómodos. Sus principales víctimas son los grupos socialmente estigmatizados, como las personas sin hogar y los jóvenes adolescentes, que se dedican a actividades y comportamientos ‘antisociales´, es decir, que no contribuyen a la sociedad”, concluyó la especialista. 

tienes que ser suscriptor para comentar