La novedad en el mundo ocurre alrededor de la Cumbre del Clima Anual de las Naciones Unidas, mejor conocida como COP26, que tiene lugar en Glasgow, Reino Unido, entre el 31 de octubre y el 12 de noviembre. Allí se tratarán diversos temas referidos al cambio climático, pero por sobre todas las cosas se plantea un interrogante que ya no puede esperar. ¿Qué pasará con los países en desarrollo y cómo sufrirán las consecuencias que parecen casi irreversibles?
Para poder desarrollar esta temática, desde Utopía Urbana haremos un repaso de los principales temas de relevancia para las autoridades de la cumbre.
Cabe destacar que tanto la región latinoamericana como la caribeña se encuentran en un lugar de vulnerabilidad a comparación de otras con mayor desarrollo económico y tecnológico. El objetivo, por lo pronto, es limitar el aumento de la temperatura a 1,5 grados para reducir la gravedad de los impactos. Es que, además de la adversidad material que ocupa a la región, también hay desastres ambientales como inundaciones e incendios de flora y fauna que son un gran problema para la regulación climática.
Por ejemplo, países centroamericanos rompieron récords en huracanes e inundaciones, mientras que kilómetros más abajo la amazonia sufrió la peor sequía de los últimos 50 años. Además, si se revisa el panorama general y se viaja a países como Argentina, se pueden registrar incendios brutales que pelaron innumerables cantidades de bosques nativos.
Todos estos cambios y desastres hacen que se registre un aumento en la temperatura, pero también, según explicó Carolina Vera, vicepresidenta del Grupo Intergubernamental de Expertos para el Cambio Climático de la ONU (IPCC) “aumentará la frecuencia y la gravedad de estos eventos”. Malas noticias.
Para graficar, la especialista avisó: “Una ola de calor que antes ocurría una vez cada 50 años ahora ocurre cinco veces más frecuentes. Con un calentamiento de 1,5 grados ocurriría 8,6 veces más. Con un calentamiento de 2 grados, 14 veces más”. Números que asustan, teniendo en cuenta las pobres políticas que se llevan a cabo en la región para limitar el aumento de temperatura.
Es por esta razón, que la científica argentina aseguró: “Esta COP tiene que poner al mundo en el rumbo para cumplir la promesa de los 1,5 grados”, algo que hoy por hoy parece una tarea difícil de realizar.
De hecho, los principales líderes del mundo establecieron en el Acuerdo de París, que intentarán bajar el ritmo del calentamiento global con planes de acción que se actualizan cada 5 años. Sin embargo, los principales productores de petróleo como China, India y Arabia Saudita de momento no han presentado ningún plan.
Yendo a una cuestión más Latina, Bolivia, Venezuela, Ecuador, Guatemala y Salvador tampoco han presentado planes de acción, siendo países productores de combustibles fósiles a gran escala, uno de los principales contaminantes en la región.
Imperiosa necesidad de cambio
El que se refirió a esta temática y no dudó en establecer los parámetros de crisis de la región, fue el abogado ambientalista y ex Ministro de Ambiente de Perú, Manuel Pulgar-Vidal: “América Latina depende de su responsabilidad. Todos los países deben incrementar la ambición”.
Para ello, el reconocido especialista en la materia explicó la necesidad de reducir la dependencia de los combustibles fósiles. Además, resaltó la escasez de iniciativas de electrificación del transporte y aseguró que es indispensable un incremento de tasas de forestación en países como Brasil y Bolivia, debido a un uso del suelo que promueve los pastos ganaderos en lugar del manejo de los bosques.
“Muy pocos países de América Latina han elaborado una visión al 2050”, lamentó teniendo en cuenta que se trata de una gran falta al famoso Acuerdo de París. De hecho, según certificó Pulgar-Vidal, hay un documento firmado en la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), asegura que de no tener responsabilidad climática puede representar la pérdida del 25% del Producto Interno Bruto (PIB) al 2050”.
La realidad, en este sentido, es poco alentadora para la región. La meta del IPPCC, que busca lograr solo un 1,5°C, debería estar acompañada, de mínima, por una reducción de emisiones de CO2 en un 45% para el año 2030. Algo impensado en una realidad como la del continente.
El objetivo a más largo plazo, que busca llegar al 2050 con un cero neto, parece irreal para las condiciones latinoamericanas. Mucho más si uno se pone a ver los informes de la ONU, que avisó que para el fin de esta década se terminaría incrementando un 16% más respecto a 2010.
Compromisos que asumen los países para reducir el impacto ambiental
El compromiso inicial asumido por el Acuerdo de París, firmado por los países más importantes del mundo a nivel ambiental y tecnológico, establecía, por un lado, la importancia de establecer metas cada cinco años que permitan tener un avance persistente para lograr rápidas reducciones de temperatura.
Para ello existen las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC por sus siglas en inglés) que representan los compromisos asumidos por los países para la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y la adaptación al cambio climático, de acuerdo con la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC).
Dentro de estos acuerdos, es de vital importancia el rol de la financiación climática a países en vías de desarrollo, sobre la cual existe una discusión sobre el compromiso que las naciones desarrolladas tomaron en 2009 de aportar US$ 100 mil millones cada año a partir de 2020, para ayudar a otros países en la transición a economías de bajo carbono y adaptarse al cambio climático. Este compromiso luego se extendió hasta 2025, pero hay pocas expectativas de que se logre esto a corto plazo.
Por esta razón, se intentará alcanzar acuerdos sobre los mercados de carbono, que podrían permitir a países con emisiones inferiores a sus metas vender créditos a otras naciones. Así como también avanzar en lo que según el Artículo 8 del Acuerdo de París que es la importancia de afrontar pérdidas y daños causados por el cambio climático. En este punto, es clave saber que, en caso de deber afrontar estos costos, la economía latinoamericana en crisis no estaría en condiciones de pagarlo.
Reducción de la brecha económica y tecnológica con el primer mundo
Para poder tomar decisiones del tipo de las que Pulgar-Vidal reclama, es necesario que el mundo se acomode acorde a la necesidad de los países menos industrializados. De hecho, el acuerdo firmado en 2009 establecía que por año, los polos más desarrollados invertirán US $100.000 millones de dólares por año para que, a 2020 los países con menos desarrollo puedan hacerle frente a las dificultades que trae consigo el cambio climático.
Sin embargo, la cifra necesaria no llegó a cumplirse, teniendo en cuenta que la brecha entre los países latinoamericanos y africanos con los europeos es casi inalcanzable.
Además, dicho acuerdo quedó en suspenso, o mejor dicho, no llegó a los países latinos, ya que, según explicó Sandra Guzman, fundadora del Grupo de Financiamiento Climático para Latinoamérica y el Caribe, “no se trata del destino principal del financiamiento climático porque cuenta con más economías emergentes que regiones como África”. Claro, es que el incipiente crecimiento de lugares como Brasil y México dan esperanza a la región, además de países como Chile que reciben financiamiento norteamericano.
La importancia, para Guzmán, radica en que el objetivo de la COP26 será proponer nuevas metas de financiamiento para el periodo 2020-2025, en el que los principales destinos o análisis se den a los países en desarrollo.
Hoy por hoy, según los especialistas en la materia, el principal problema a la hora de afrontar el cambio climático en la región latinoamericana radica en las dificultades político-económicas. Por un lado, sin gobiernos que tomen riendas en el asunto desde las políticas públicas y por otro sin las inversiones del sector privado para un mayor desarrollo tecnológico. La pregunta que se hacen todos en el comienzo de la Cumbre es: ¿Podrá la organización de los líderes mundiales hacer de la lucha contra el cambio climático una trinchera más equitativa?