Durante los últimos años los procesos microbiológicos de la naturaleza comenzaron a tener un lugar preponderante dentro del mercado, tras quedar establecido su importante rol para la sociedad en general teniendo en cuenta los beneficios para la salud.
Además, esto ha permitido generar modelos de negocios de triple impacto que amparen lo económico sin desconfiar lo social y ambiental generando un efecto sumamente positivo en el entorno que ocupan al producir con insumos naturales.
La necesidad de impulsar un modelo de negocios que se ampare en lo ecológico ha hecho que muchas personas reorienten su vida y sus esfuerzos profesionales hacia emprendimientos sustentables. Conscientes de la necesidad de transformarlo todo, miles de personas han dejado atrás sus hábitos y costumbres y han empezado su propio camino para dejar una huella.
Uno de estos ejemplos es el de Verónica Bergottini, Dra. en Ciencias Biológicas y creadora del emprendimiento Karu, que fabrica Gaseosas orgánicas de Kombucha y biomateriales que se desprenden de su producción. Como cada semana, fue Fundación para el Desarrollo Sostenible (FDS) quien se encargó, por medio de sus webinars dedicados a mujeres emprendedoras y economía circular, de acercar la inspiradora historia.
Como es habitual en estos eventos, Monica Vaher, impulsora de la FDS y moderadora junto a su colega y presidente de la Fundación Elga Velázquez, recibieron a la invitada y a su exposición.
“Es un proyecto que comenzó con biomateriales y hoy tiene la kombucha como uno de los principales motores. Es una bebida fermentada que está siendo tendencia en todo el mundo y está siendo conocida de a poco en Argentina”, expresó la investigadora científica y emprendedora.
Para aquellas personas que no conozcan de qué se trata esta bebida, es una especie de gaseosa “probiótica que se realiza por medio de un fermento que tiene su aporte de microorganismos (MO) beneficiosos. Es una bebida milenaria de origen chino que se realiza en base a te. Si bien en Argentina no es tan popular, en Brasil, Estados Unidos y Europa está en el mercado hace mucho tiempo”, explicó.
Por medio de esa fermentación del te dulce y de las bacterias, “la acción de los MO genera un montón de ácidos orgánicos, metabolitos y enzimas que también generan la conocida celulosa bacteriana”, aseguró Bergottini. De este proceso es que se extraen dos productos totalmente distintos, provenientes del mismo lugar. Por un lado la kombucha o gaseosa microbiótica, por el otro la celulosa bacteriana, similar al plástico.
Kombucha, una oferta orgánica para reemplazar la gaseosa
Es conocido por el mundo el daño que le hacen las gaseosas altas en azucares a los organismos, no solamente a los dientes sino al sistema digestivo también. Sin embargo, la kombucha demostró que no es necesario dejar de consumir gaseosas, sino que se puede incorporar una mucho más saludable.
“Consideramos que la gente necesita una alternativa a las gaseosas, todos conocemos que tienen un alto contenido de azúcar que no es bueno para la salud. La kombucha se comercializa como una alternativa a estas gaseosas. Es un producto de producción artesanal”, explicó la especialista.
Sin embargo, no fue siempre la primera opción para emprender, ya que esta idea surgió de la generación de biomateriales por medio de los organismos vivos que le dan vida a la kombucha. “La idea de producir la bebida decantó porque me di cuenta que por medio de un solo proyecto podía tener diferentes productos, desde la fermentación de la kombucha podían salir muchas cosas interesantes. La idea es que todo lo que sale de un solo proceso se pueda convertir en productos saludables”.
El gran desafío de Karu, no solo es producir kombucha sino también poder tener un proceso productivo circular. De un solo proceso sacar una gran cantidad de productos basados en la innovacion, la ciencia y la sustentabilidad.
Biomaterial proveniente de la kombucha
Este consorcio de MO y levaduras que se utilizan para la fabricación de la kombucha sintetizan una lámina de celulosa que se transforma en un producto secundario y es bastante similar a un plástico, solo que sin derivados del petróleo.
De la lamina de celulosa, que es orgánica, biodegradable y compostable, se pueden derivar distintos tipos de productos secundarios de origen natural.
“Obtenemos esta lamina de celulosa la purificamos, la procesamos y la secamos y la convertimos en productos de diferente grosor y color que pueden usarse por ejemplo para packaging, pero también puede usarse para biocuero”, explicó la científica. Este proceso es bastante similar al de la extracción de plásticos por medio de las algas marinas o de los ladrillos provenientes de los micelios.
Aunque este proceso parezca difícil y costoso, es mucho más simple y practico que el que las grandes industrias de la construcción realizan contaminado y consumiendo recursos que no se pueden regenerar, o que en su defecto tardan mucho tiempo lo que la convierten en una opción poco viable.
“La biofabricación no es más que observar la naturaleza y ver que los biomateriales ya están disponibles allí. Solo hay que encontrar estos MO para generar nuevos materiales ya sea la microbiota bacteriana o los micelios fúngicos”, explicó Bergottini. Además, ante la duda general sobre el consumo de bacterias, aseguró: “Estos MO no son perjudiciales, además los productos son purificados, por lo que sufre un proceso de secado y ahí con calor y purificación no sobrevive ninguna bacteria”.
La revolución de los organismos vivos del suelo y del mundo son, sin dudas, uno de las grandes oportunidades del mundo para la generación de materiales biodegradables, como así también un gran aliado en la regeneración de los suelos y los ecosistemas nativos. Sin dudas que Bergottinni encontró, además, un espacio de triple impacto para estos MO. ¿Qué te parece esta iniciativa?