La necesidad de reducir el tráfico y a su vez la combustión que los vehículos a motor generan, ha provocado una oleada de ideas innovadoras en todo América Latina. Aunque, en este caso, se trata de una estrategia que ya lleva sus años en el mercado, no es una idea producida en masa. Estamos hablando de la movilidad por cable aéreo, conocido también como teleféricos o, tal como le llaman en México a esta alternativa, Cablebùs.
Tal como se puede observar en centros turísticos de sky o de snowboard, el teleférico cuenta con un tendido por cable que comunica una superficie alta, como puede ser una montaña, con una parte plana. De esta forma se tracciona por unas poleas que ponen el cable en movimiento para trasladar las cabinas teleféricas.
Gracias a estos teleféricos se ve una notable disminución del tiempo de viaje de los pasajeros. Además, se trata de un sistema totalmente amigable con el medio ambiente. Sin embargo, lo más destacable de este tipo de movilidad, radica en la inclusión social y urbana ya que permite el fácil acceso a zonas montañosas y áreas informales con pocas posibilidades de intervención urbana.
De esta forma se pueden trasladar, en condiciones normales, a unas 5 mil personas por hora por sentido. Es decir, una reducción importante, no solo del tráfico, sino también del tiempo de viaje-casi un 60% menos-. Además, lo más festejado por todos es la reducción de la tarifa, que suele ser mucho más barata que el transporte terrestre.
Para tener una idea, los teleféricos que más gente trasladan por este medio son: en primer lugar la Línea Morada de La Paz, Bolivia, con un total de 58 mil personas trasladadas por día. Por debajo, en segundo lugar, el nuevo Cablebús mexicano, con 56 mil personas por día. En tercer lugar, completando el podio, la Línea Amarilla boliviana, con un total de 45 mil personas diario.
Origen de la movilidad por cable y primeras experiencias en Latinoamérica
Los primeros en utilizar este tipo de transporte fueron los suizos, más especificamente los que vivieron en Ritter por el año 1866. Allí el objetivo era el de la vigilancia de las turbinas del río Rhin. Sin embargo, los primeros en hacerlo para trasladar pasajeros fueron los españoles (vaya sorpresa), un año más tarde en 1887. Fue el ingeniero Leonardo Torres Quevedo quien, mediante tracción animal, construyó en un desnivel de 40 metros de altura y 200 de longitud el reconocido “transbordador de Portolin”.
Años más tarde, en 1907, el mismo ingeniero construyó una réplica de esta cabina para el transporte de personas en el Monte Ulía en San Sebastián. De hecho, es en esta fecha cuando se registró el nacimiento del teleférico tal como se lo conoce.
A partir de allí, esas experiencias se replicaron en los distintos continentes. También en Latinoamérica. Las experiencias emblemáticas son el bondinho del Pan de Azúcar, en Río de Janeiro, Brasil, que fue puesto en operación en 1912 y reconstruido a inicios de los 70. En Venezuela, en la década de los 50, el teleférico de Mérida, el más alto (4,765 msnm) y el segundo más largo del mundo (12.5 km), que inició sus operaciones en 1957.
Otros reconocidos son el de Caracas, en el Cerro Ávila, famoso por ser uno de los más cortos del mundo con apenas 600 m de longitud y el teleférico al Santuario del cerro Monserrate, en Bogotá, Colombia.
Años más tarde, ya con tecnología de punta y la llegada del nuevo milenio, se crearon otras alternativas como el Metrocable en Medellín, Colombia, el Transmilenio en Bogotá el Metro de Caracas, Venezuela y la implementación del sistema Mi Teleférico en Bolivia, el más concurrido en todo el continente.
Otros beneficios del sistema de cable y sus contras
Por otro lado también se da una importante mejora en las condiciones de transporte de la ciudad. Citando un ejemploe según declararon de la alcaldía colombiana que ya lleva años practicando este tipo de movilidad, se evitan 5.176 accidentes de tránsito al año, lo que equivale a un ahorro de $ 3.430 millones en el mismo periodo.
Por otra parte, en relación a la sustentabilidad de este tipo de movilidad, en ese ejemplo se estima que su funcionamiento reducirá la emisión de 979 toneladas de CO2 por año, una suma notable a la hora de lograr el objetivo de reducir los contaminantes en el continente.
Volviendo a un análisis general, caben destacar también los beneficios secundarios de este tipo de iniciativa. Por ejemplo, la transformación positiva que se ve en los barrios donde se conforman los teleféricos, ya que allí se ven nuevos negocios, restaurantes y vendedores, siendo un beneficio para los vecinos de la zona.
Sin embargo, hay una realidad que no debe pasarse por alto y es en relación al funcionamiento del tendido eléctrico por cable ya que un problema en la conexión de estos puede ocasionar por un lado demoras, pero por el otro, el atascamiento de miles de personas a varios metros de altura.
De hecho, esto sucedió en el Cablebús mexicano, donde una falla en el servicio dejó literalmente colgados del cable, a miles de pasajeros por al menos cuarenta minutos.
Además, las inspecciones obligatorias a este servicio, donde es necesario cortar los cables que se tensionan y se curvan, puede generar una demora a los pasajeros y una mayor congestión en el tráfico de la ciudad.
Sin embargo, pese a estas negativas, las experiencias latinoamericanas son altamente positivas, generando múltiples beneficios ambientales, económicos, sociales y culturales, principalmente en aquellos destinos donde las condiciones geográficas -montaña- disponen un problema para la movilidad terrestre.