Por Ing. Rafael Basualdo
Cuando era chico (1955-1960), en una ciudad capital del interior del país recuerdo que, para ir al cine a ver una película de blanco y negro con nuestros héroes como Flash Gordon, teníamos que sacar entradas de manera anticipada, y únicamente para los fines de semana.
En dichas funciones sólo podíamos ver uno o dos capítulos y para poder entrar (asientos sin numerar) teníamos que estar media hora antes de la hora anunciada, y mientras esperábamos nos llenábamos de infantil fantasía contando y rememorando lo acontecido en el capítulo anterior de la otra semana tratando de adivinar como resolvería nuestro héroe la situación planteada.
Una vez sentados y unos momentos antes de empezar la película, la publicidad bajaba desde un enorme telón de terciopelo ofertando productos existentes en los negocios cercanos al cine, el que se encontraba ubicado siempre en el centro de la plaza principal del pueblo.
Ya que los rollos llegaban de otra ciudad la película se proyectaba en varios cines, por lo que la sala más agraciada era la que recibía el primer rollo (en lata), que debía enviar con una moto al final de este a la otra sala prevista.
La intriga era saber si se mantenía la secuencia ya que era muy divertido cuando se proyectaba el rollo equivocado y veíamos capítulos adelantados. Además, cada tanto se trababa y se quemaba en una escena determinada, entonces se prendían las luces, aparecieran los chocolateros ofertando sus confites, y cuando reparaban el defecto la señal era prender y apagar las luces avisando que se reanudaba.
Y así semana tras semana, esperando con ansias el siguiente capítulo, con la esperanza que no hubiera tormentas que dilataran su estreno.
El transporte al cine era siempre a pie, en el mejor de los casos en un mateo (calesa tirada por caballos), y por lo tanto era el programa del día.
Rememorando esta historia tan personal traté de compararla con el estado de la misma situación entendiendo que el avance tecnológico había producido un cambio significativo en nuestra percepción de la realidad.
Analicé un día típico y traté de recrear el mismo objetivo de entretenimiento y he aquí lo que me pasó.
Presente y futuro
La experiencia de ir al ver una película a un cine se transformó en una secuencia siempre diferente de accesos a un sistema de reservas en línea de asientos en diversos horarios a lo largo del día en una cadena de locales adaptados (se elige el más adecuado a nuestras necesidades) para la proyección digital de contenidos precalificados previamente, con la posibilidad que fuera una experiencia lúdica sumado a la gastronómica con una serie de beneficios de puntos y descuentos, dependiendo de horarios y de medios de pago utilizado.
Una vez definido el horario y el lugar, la resolución del transporte público es una experiencia muy especial que debo resolver a partir de los horarios disponibles desde una aplicación informática que me informa recorridos y disponibilidad (Moovit, Uber, cadenas de taxi y otras).
De optar por transporte privado debo definir si voy en auto, moto, bicicleta o monopatín. Si elijo auto determina la carga de tráfico existente (Maps, Waze) para elegir la ruta más adecuada, y en base la ubicación del cine me informa el horario de salida deseable. Si estoy en un estacionamiento le avisa al administrador la hora en que el vehículo debe estar disponible (EstacionAr). Al momento de acercarme a mi vehículo el mismo se prende si es a motor o está listo si es eléctrico, y lo que hago es indicarle que estoy a bordo.
Al abandonar el estacionamiento mi lugar queda disponible para ser usado por otro vehículo hasta mi regreso. Durante el traslado el control de tránsito le va informando al sistema en línea de mi auto, estado de las diferentes rutas, temperatura y pronóstico a los efectos de la gestión y parametrización del sistema de luces vehicular. Si no hay tránsito, y a medida que me traslado, las luces de la calle van ajustando la intensidad de iluminación a mi paso.
Cuando me aproximo al cine, mi celular me informa sobre temas que pueden ser de mi interés en la recorrida brindándome alternativas para elegir, las cuales van desde una compra postergada para ser entregada a la finalización de la película hasta una reserva en un local gastronómico.
Al volver a mi domicilio, el sistema de seguridad del edificio realiza una identificación biométrica de mi rostro, y en base a un protocolo específico preacordado me da derechos de paso. En ese instante la casa, que ya se enteró que estoy llegando, se adecua a mis necesidades regulando luces, temperaturas ambientes y música o programa de televisión de mi gusto.
Al momento de sentarme en mi silla ergonométrica personalizada puedo recrear parte de la película vista (Netflix, Disney, Amazon y otras) repitiendo tramos que me hayan interesado empleando algoritmos personalizados de consumo mediante técnicas de Streaming que se adecuan al tipo de pantalla a usar. De lo contrario el sistema domiciliario me sugerirá continuar viendo una serie interrumpida o una película de mi interés.
Ambas situaciones relatadas del ayer y del hoy, tienen en común la experiencia casi única de disfrutar un buen momento más allá de la cantidad de opciones que nos brinda la tecnología a nuestra disposición.
Cambió todo y continuará cambiando a una velocidad que hoy no nos imaginamos, y entonces los sistemas de asistencia personal (Alexia, ok Google y otros) empiezan ya a tener interacción con los sistemas de automación hogareña (Domótica), con la gestión inteligente de edificio (Building Intelligent Systems), con los vehículos a través de sistemas de gestión vehicular (Autónica) que permiten el traslado en una ciudad (Ciudad Inteligente), preservando la mejor ecuación de confort en el traslado con sistemas inteligentes de iluminación (Smart Lighting), asignación de espacios públicos para estacionamiento (Smart Parking), control de inventario público a través de herramientas del tipo IoT (Internet de las cosas)
Los temas emergentes de seguridad y omnipresencia se están desarrollando de una manera muy ágil y las nuevas maneras de interactuar con otros y con la gestión urbana plantean una serie de incógnitas a develar. Debemos ir entendiendo que existen para poder adecuar nuestras conductas a este nuevo desafío que plantea la tecnología.
Por otra parte, no debemos olvidar que las herramientas tecnológicas que conocemos y las que irremediablemente vendrán son solo ayudas para lograr un mejor bienestar de cada uno de nosotros, en una sociedad que ofrece una variedad muy alta de alternativas para acceder a diversas actividades laborales y lúdicas, por lo que nuestra propia humanidad es la que deberá marcar el camino a seguir.
El autor es Ingeniero Electrónico graduado en el ITBA, especializado en nuevas tecnologías en Holanda, con una vasta experiencia en la Industria de la Tecnología de la Información y de las Comunicaciones (TIC´s), a nivel local, regional e internacional. Profesor titular universitario por más de treinta años y conferencista sobre Telecomunicaciones, sus usos y evolución.