Hacia ciudades inteligentes,
sustentables e inclusivas.

El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) presentó un extenso informe en el que explicó cuáles son las necesidades y objetivos de la transición sustentable basados en la energía, la movilidad y el transporte, la industria, los residuos, la agricultura y la construcción. Problemáticas y propuestas para América Latina

No caben dudas de que el mundo moderno debe girar obligadamente hacia estrategias descarbonizadas que permitan que, al mismo tiempo que crece la economía, se proteja al medio ambiente y a sus recursos naturales. Ha quedado demostrado que de nada sirve un progreso desmedido de la industria si no es dentro de los parámetros del desarrollo sostenible. 

Un mundo desarrollado sin recursos naturales o con un ambiente desmejorado y perjudicial para los seres humanos y toda la vida en general no sirve de nada. Por eso desde el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) han elaborado un manual de “prosperidad libre de carbono” con algunas recomendaciones para que los gobiernos avancen hacia economías descarbonizadas

Sin embargo, según explicaron en el documento, esta transición no es un problema de simple solución, sino que se trata de algo complejo y difícil “que no  puede  ser  resuelto  por  un  pequeño  grupo de agencias gubernamentales o con solo uno o dos  instrumentos  de  política”. Para lograr encauzar este proceso, explicaron que se requiere movilizar  todo  el  gobierno,  y  darle un papel que desempeñar a varios ministerios y  todos  los  niveles  del  gobierno,  incluidos  los estados y ciudades.  

Dentro de estas soluciones, el BID citó algunas de las más reconocidas en el mundo, como por ejemplo la reducción de los combustibles fósiles que beneficia a la salud o la mejor regulación del transporte público que puede mejorar la congestión vial. 

En ese sentido,  reducir  el  uso  de combustibles   fósiles   conlleva   a   ciudades   y comunidades  más  limpias,  lo  que  beneficia  la salud   pública.  Mientras que con un transporte   público más eficiente se pueden ahorrar miles de millones de dólares en tiempo que  actualmente  se  pierde  por  la  congestión vial. 

Sin embargo, solo se trata de ejemplos, ya que estos no son 100% una solución certificada para este problema. De hecho, desde el BID explicaron que no habrá una solución universal para todos. “El Acuerdo   de   París,   ratificado   por   todos   los miembros  del  BID,  establece  la  necesidad  de fundamentar  la  acción  climática  en  el  principio de responsabilidades compartidas pero diferenciadas  y  capacidades  respectivas.  Cada país  debe  desarrollar  su  propio  plan  de  acción para lograr una transición justa y ordenada hacia una  economía  descarbonizada  que  beneficie  a sus empresas, hogares y comunidades, explicaron. 

Para lograr avanzar en este sentido aseguran que cada nación deberá encontrar los términos adecuados a su realidad, a partir de sus propios diagnósticos que aseguren cuales son los desafíos y prioridades a considerar. Algunos de los consejos brindados por el BID están relacionados a los ejes de Energía, Transporte, Agricultura, Edificios, Industria y Residuos. A continuación te dejamos los principales conceptos en cada uno: 

Energía: hacia la descarbonización

Está claro que acelerar la transición hacia energías alternativas libres de carbono, como por ejemplo la solar, la eólica, la geotérmica y la hidroeléctrica es una de las necesidades más urgentes. 

Desde el BID lo ven no solo como una necesidad, sino como una posibilidad factible para los inversionistas y una increíble oportunidad  para los clientes que deberán, en un futuro, pagar menos para acceder a los servicios. 

Sin embargo, no creen que este cambio pueda efectuarse de un día para el otro, sino que la transición se de progresivamente en pos de obtener un aire, agua y suelos más limpios. 

“Por  cada  TWh  producido,  el  carbón  causa 24,5 muertes adicionales y más de 13.000 enfermedades, el petróleo 18,4 muertes y más de  9.500  enfermedades  y  el  gas  natural  2,8  muertes  y  más  de  700  enfermedades”, explican. 

Además, los beneficios indirectos de este tipo de producción alternativa reducirían sustancialmente la utilización de agua para la generación de energía.  Puntualmente, la  extracción  de  agua  para  la  generación  de  energía puede  reducirse  hasta  en  un  95%  para  2050  si  el  100 %  de  la  energía  del  sistema energético mundial proviene de energías renovables. 

Transporte: articulación pública-privada será clave

Así como la producción energética es un gran contaminante para los distintos gobiernos y ciudades del mundo, el transporte también lo es. De hecho se estima que es  responsable  del  14 %  de  las  emisiones  globales  de  Gases Efecto Invernadero (GEI). 

Además, el transporte por carretera (automóviles, camiones y autobuses), representa  el  75  %  de  las  emisiones  de  este  sector, por lo que avanzar en esta necesidad no solo es una oportunidad empresarial, sino la capacidad de mejorar la calidad del aire y el ambiente. 

“En  América  Latina  y  el  Caribe,  el transporte es responsable de aproximadamente el 15 % de las emisiones netas de GEI y es una de las  fuentes  de  emisiones  de  crecimiento  más  rápido  en  la  región”, sostuvieron. 

Por  su  parte,  la  demanda  y  las  emisiones  relacionadas  aumentarán, impulsadas  principalmente  por  la  urbanización  y  el  PIB,  así  como  por  el  crecimiento  de  la población, por lo que es necesario que las ciudades y sus gobiernos empiecen a gestionar políticas públicas en conjunto a las empresas.

El Escenario de Desarrollo Sostenible de la IEA, que es consistente con emisiones netas iguales a cero entre 2050 (para los países desarrollados) y 2070 (para los países en desarrollo), se espera que  la  demanda  de  electricidad  para  el  transporte  por  carretera  en  América  Latina aumente  en  44  TWh  para  2040,  lo  que  representa  menos  del  5%  del  crecimiento  total proyectado de la demanda de electricidad en la región (IEA, 2021c) 

Agricultura: eficientizar el uso de fertilizantes

Si bien suele pensarse que los espacios verdes son el complemento de las políticas ambientales, esa afirmación no es del todo correcto. Para que esto suceda de esa manera es necesario que los métodos de cultivo incluyan las prácticas orgánicas, algo que no sucede en casi ningún lugar del mundo. De hecho, en la actualidad, la  agricultura,  la  silvicultura  y  el  uso  de  la  tierra  genera  el  21%  de  las  emisiones mundiales  de  GEI. 

“Estas  emisiones  corresponden  principalmente  a  CO2 procedente de la deforestación debida al uso de la tierra para la producción de alimentos, de CH procedente   de   la   cría   de   rumiantes   (principalmente,   de   ganado   vacuno   utilizado   para   la producción  de  carne  y  productos  lácteos)  y  de  la  producción  de  arroz,  y  de  emisiones  de  NO procedentes  de  los  fertilizantes”, explicaron en el informe, 

Los números indican que el 77% de la tierra cultivable es utilizada para el pastoreo o cultivo de soja con altos contenidos transgénicos y cancerígenos. Lo que no solo produce el desgaste del suelo sino un daño irreversible a la sociedad. 

Para ello, el BID propone “mejorar  la  eficiencia  en  el  uso  de  los  fertilizantes  para  reducir  el  uso  total  de  los  mismos  sin reducir   los   rendimientos   puede   conllevar   varios   beneficios.   Reducir   los   costes   de   los agricultores  y,  potencialmente,  la  necesidad  de  importar  componentes  de  los  fertilizantes. Disminuye  la  contaminación  local  del  suelo,  así  como  la  contaminación  del  agua  y  la eutrofización de las fuentes de agua locales y aguas abajo“. 

Edificios: cambiar materiales y combustibles

Sin dudas el sector de la construcción es uno de los que más debe modificarse si las grandes urbes quieren acelerar la transición sustentable. A  escala  mundial,  las  emisiones  directas  de  los  edificios representan el 6 % de las emisiones de GEI. Sin embargo, esta suma se extiende a 17% si se tiene en cuenta la producción del calor y la electricidad utilizada para construir. 

Desde el informe del BID explicaron que en la región de América Latina y el Caribe, los edificios representan entre el 5% y el 15% de las emisiones directas  de  CO2  y  la  mitad  de  la  electricidad  utilizada. 

Dicho de otra manera, es urgente no solamente emplear materiales distintos en las obras de construcción, sino también poder emplear otros combustibles para movilizar las maquinarias y generar los productos necesarios

Industria: un desafío significativo

Este es uno de los puntos más difíciles de modificar de cara a la generación de nuevas políticas ambientales. Por un lado, es sumamente complejo que los gobiernos, más que nada en América Latina puedan hacerse cargo de sus propias industrias, por lo que necesitan directamente de la ayuda del sector privado. 

Sin embargo, las regulaciones y prohibiciones, acompañadas de multas son la opción más viable para que la industria se vea obligada a girar hacia nuevas estrategias ambientales. 

“A escala mundial, el sector industrial emite el 24 % de las emisiones totales de CO2 procedentes de la quema de combustibles y de los procesos industriales Esto corresponde al 22 % del total de GEI. La industria se compone de muchos sectores distintos con procesos  químicos  altamente  específicos  que  actualmente  emiten  GEI,  como  los  del  acero,  el cemento  y  los  productos  químicos,  así  como  necesidades  genéricas  para  procesar  el  calor  a temperaturas ampliamente variables entre los 50 y 1600 °C, y la electricidad” 

En  primer  lugar,  la  mayor  barrera  para  la  electrificación  limpia  de  la  industria  de generación  de  calor  bajo  es,  de  lejos,  el  coste  relativamente  alto  de  la  electricidad  en comparación con el carbón, los productos refinados del petróleo o el metano fósil en la mayoría de las regiones, por esta razón, de momento el cambio es impensado. 

Es decir, la solución propuesta está en poder dejar de lado los combustibles fósiles a la hora de construir, pero también intentar emplear materiales que no sean nocivos para el medio ambiente. Por ejemplo, la micofábrica o la utilización de plásticos orgánicos, por citar algunos. 

Residuos: acción ciudadana complementando a gobiernos y empresas

Uno de los puntos más reales de todo el informe, ya que en gran medida depende también de la sociedad y su intención de cambiar los hábitos. Si bien se espera que durante los próximos años los gobiernos y empresas mejoren la calidad de sus esquemas de recolección de residuos, es fundamental la acción ciudadana

La problemática no solo está en las casas o supermercados-donde empieza el problema- sino que también en los rellenos sanitarios, lo que resulta en el 5% de las emisiones mundiales de GEI. Dentro de procesos industriales  como  el  tratamiento  de  aguas  residuales  y  la  incineración  (3,7  %  de  las  emisiones mundiales) y la quema de biomasa en el sector de la agricultura, el uso de la tierra y la silvicultura (0,5 % de las emisiones mundiales). 

En el continente esta estadística es aún peor, ya que los residuos representan el 6% de los GEI  y se generan 541 000 toneladas de residuos municipales al día. Se espera que para 2050 este número aumente en un 25 %. Actualmente, menos del 1% de los residuos se compostan en la región y solo el 4,5 % de los desechos se reciclan, mientras que, aproximadamente, una cuarta parte de los residuos terminan  en  vertederos  abiertos  y  dos  tercios  en  vertederos.

Para ello es imperioso poder avanzar hacia una Economía Circular que reincorpore los residuos como materia prima y las vuelva a establecer dentro de la cadena productiva. Además de eso, es clave resaltar la importancia de separar en origen. 
Para el BID esta transición debe estar articulada entre gobiernos, empresas y la sociedad civil y debe tratarse de una transición justa que contribuya a los objetivos de desarrollo social priorizando la integración de todos los actores. “Una  transición  justa  significa  que  los  Gobiernos  deben tratar de maximizar sus beneficios socioeconómicos, anticipar y compensar las pérdidas y costes, y consultar a todas las partes interesadas a la hora de diseñar la política climática”, concluyó el informe.

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