¿Cómo puede haber hambre en un mundo tan extenso como el que se conoce? ¿Por qué las tierras y materias primas están en manos de algunos pocos? Muchas de estas preguntas se hacen millones de personas a lo largo y ancho del planeta y aunque aún no hay soluciones a esta problemática, algunas luces se empezaron a vislumbrar en el horizonte.
Uno de estos casos es el de Sitopia, un grupo de cinco mujeres que desde la agricultura urbana, regenerativa y ecológica, han logrado expandir consciencia y conocimiento sobre la huerta casera y el compostaje. En ese sentido, proponen una experiencia sustentable y resiliente, que invite a generar pequeños ecosistemas dentro de las toneladas de cemento que conforman las ciudades.
Nacida en México, Sitopia se expandió hacia Argentina cuando Florencia Gallino, una de sus fundadoras, decidió volver al país que la vio crecer. En el año 2019, previo a la pandemia, la joven encaminó el nuevo proyecto con una idea formada, que se iría modificando con el paso de los años hasta convertirse en lo que es hoy.
Una comunidad con miles de seguidores en sus redes sociales que se encuentran en constante movimiento para aprender más y más sobre huerta, alimentación sin agrotóxicos y cuidado del suelo.
Sin embargo, su labor no se queda allí, ya que además de brindar asesoramiento de huertas con énfasis en la importancia de conseguir una soberanía alimentaria libre de químicos, también se encargan de conservar las distintas especies por medio de semillas agroecológicas.
Sin la posibilidad de tener grandes campos, y con la urgencia de alimentarse, el cultivo urbano es sin dudas una de las tendencias que ha dejado la post pandemia. En primera instancia el conocer cuál es el alimento que se consume, por el otro, dar lucha en la incansable pelea de abastecer a todo el mundo de alimentos.
Para conocer más sobre su trabajo y además aprender algunos tips iniciales sobre huerta urbana, lee el siguiente artículo:
-¿Cómo surge Sitopia Argentina?
Sitopia en realidad arranca en la ciudad de México, donde viví nueve años. Lo cofundé con una socia que es quien continúa con el proyecto de allá y surge de una combinación de interés, curiosidad y ganas de empezar algo propio en el año 2015. Durante ese tiempo transicioné hacia una dieta vegana por el interés que me daba conocer el impacto ambiental que genera el consumo de carne, la producción de alimentos en general, que moldea bastante el mundo en el que vivimos.
Estudié Relaciones Internacionales, trabajaba en Responsabilidad Social de una empresa pero teníamos ganas de arrancar algo propio y juntas pensamos en la posibilidad de arrancar un proyecto que fuera un pequeño restaurante vegano, de comida, jugos y cosas sencillas.
“Buscábamos que algo de lo que se consumiera ahí se pudiera cosechar en nuestra huerta y tener ese acercamiento al alimento urbano”
Teníamos ganas de empezar algo gastronómico chiquito en la ciudad, pero que también tuviera algo que lo relacione con la sostenibilidad. Buscábamos que algo de lo que se consumiera ahí se pudiera cosechar en nuestra huerta y tener ese acercamiento al alimento urbano.
A raíz de eso decidimos empezar a cultivar una huerta nosotras. Nos prestaron una terraza en la Ciudad de México y tomamos unos cursos de huerta y armamos unos cajones. Arrancamos con muy poco conocimiento pero con mucho entusiasmo nuestra primera huerta y de ahí empezó a surgir todo.
Primero que nada la posibilidad de cultivar dentro de la ciudad, descubrir que los sabores cambian muchísimo si el alimento está recién cosechado, fresco y orgánico a comparación de otros métodos de cultivo. Después la experiencia, que fue muy gratificante el proceso de semilla a cortar la planta y comerla. Lo que te genera ir todos los días a la huerta, a ver qué pasó y cómo creció todo. Una gran sensación de paz.
A partir de ahí vimos que nuestro círculo más íntimo tenía mucho interés por este tipo de cosas e hicimos eventos como cenas con cosas de la huerta y empezamos a darnos cuenta de que había muchas personas interesadas en el tema del cultivo.
Todos empezaron a pedir aprender a hacer huerta y ahí pensamos que quizás ese era el proyecto inicial y después vendría un restaurante. Básicamente así nació Sitopia, con esta filosofía de pensar a la huerta como una herramienta para reconectar con la naturaleza dentro de la ciudad y todos los beneficios nutricionales, beneficios para la ciudad, para el inmueble, para reducir tu huella de carbono.
Ahí decidimos enfocarnos a lo que es la parte educativa, estudiamos permacultura para aprender más y brindar este conocimiento para que la gente lo pueda replicar en sus huertas domésticas que son las que principalmente promocionamos.
Estuve trabajando en la Ciudad de México hasta el 2019 que decido volver a Argentina y obviamente lancé el proyecto acá en el país. Lo fui construyendo, primero tuvimos un espacio en Villa Crespo y después finalmente en el 2020 alquilé un lugar propio. Somos cinco mujeres que trabajamos fijo en este proyecto y ampliamos los servicios que damos, los productos que ofrecemos.
-¿Cuál es la importancia de que la gente empiece a sembrar semillas agroecológicas en sus cultivos urbanos?
Una de nuestra filosofía siempre fue esa: promover el cultivo agroecológico. Una de nuestras frases es que si algo no se está comiendo tu comida es una mala señal, porque eso quiere decir que se está cultivando con agroquímicos y eso termina en tu estómago también. Conectar con la huerta es un poco conectar con la salud de tu propio alimento. Tenemos mucha gente que se acerca a nosotros porque busca comer libre de químicos.
“Tenemos que romper con este paradigma de que la huerta solamente es para obtener alimento, sino que se cultiva para descubrir todo un mundo que hay en ese proceso de cultivar”
Buscamos siempre trabajar con puros insumos y materiales libres de químicos, de tratamiento, que sean lo menos invasivos posibles y para eso tenés que hacer todo un acompañamiento porque quizás no todas las semillas germinen al no tener este tratamiento que se le suele dar que son semillas con fungicidas o químicos para ser más resistentes.
Tenemos que romper con este paradigma de que la huerta solamente es para obtener alimento, sino que se cultiva para descubrir todo un mundo que hay en ese proceso de cultivar, desde poner una semilla y entender que hay otros organismos en esta biodiversidad que se van a acercar a este espacio de comida sobre todo si cultivas en la ciudad que se una jungla de alimento donde no hay alimento disponible para nadie y de repente creas un oasis de alimento y aparecen todo tipo de especies y hay que aprender a convivir con esas especies. Parte de tu cosecha seguramente sea sacrificada en pos de beneficiar este ecosistema que también de manera indirecta te va a favorecer a vos.
“Cada vez hay más conciencia de que el suelo es un recurso vivo, no renovable, vital y es la base y fundamento de todos los cultivos”
La intención es laburar con insumos que sean libres, limpios y lo más orgánicos posibles.
-¿Sentís que esto se da en un contexto que, ayudado por la pandemia, se empieza a tomar consciencia no solo sobre las plantas sino sobre la salud del suelo?
100%. Eso es fundamental. Cada vez hay más conciencia de que el suelo es un recurso vivo, no renovable, vital y es la base y fundamento de todos los cultivos. En la agricultura intensiva, en la que se usa agroquímicos el suelo se va deteriorando porque no hay ningún tipo de cuidado, no hay ningún tipo de proyección de sustentabilidad y así termina desertificando suelos que son increíblemente fértiles.
Soy Flor de Sitopia y este es mi sueño
Esta noción de empezar a conectar con la importancia de lo importante y clave que es la nutrición del suelo. Si vos garantizas un suelo nutrido, vivo, lleno de materia orgánica, de microorganismos, de biología y de procesos sucediendo, es el suelo mismo el que se hará cargo de alimentar lo que crece por encima del suelo que son las plantas.
“Creo que uno de los efectos positivos de este encierro y de esta situación es que muchas huertas son hijas de la pandemia y está buenísimo, porque mucha gente continuó. Es decir que no fue que arrancaron en la pandemia y después se olvidaron”
Creo que es verdad que la pandemia fue algo que catapultó bastante lo que es huerta urbana, compostaje urbano. Hacer un click de empezar a trabajar con plantas nativas, a reconocer la flora y la fauna nativa y como es que está super vinculada a la importancia de favorecerla. Nos pusieron dentro de casa durante tantos meses que aparecieron diversas actividades para hacer y entre ellas encontramos que era super necesario algún tipo de contacto con la naturaleza y la huerta fue algo que llenó ese espacio, además de brindar alimento.
Creo que uno de los efectos positivos de este encierro y de esta situación es que muchas huertas son hijas de la pandemia y está buenísimo, porque mucha gente continuó. Es decir que no fue que arrancaron en la pandemia y después se olvidaron. Hay mucha gente que van a hacer talleres que cuentan que arrancaron la huerta en pandemia y se coparon y hoy quieren más y más.
-¿Como recomiendan armar un sustrato equilibrado? ¿Hay opciones para evitar desecharlo una vez terminado el cultivo?
Siempre compost. Arrancar con una buena cantidad de compost, pero no solamente eso. El suelo además de materia orgánica debe tener estructura y conductividad y PH y otras cuestiones que son importantes para que la planta después pueda absorber esos nutrientes. La mezcla que recomendamos en contenedores es la mitad compost, y la otra una mezcla de sustratos ligeros, desde hojas secas triturada, turba, fibra de coco, perlita, vermiculita para aligerar la mezcla y que no se compacte para permitir el paso del agua y que retenga humedad.
Si tenés una maceta, contás con un espacio super reducido donde tenés que garantizar alimento, estructura y humedad. Para poder garantizar todas estas cuestiones y evitar que el suelo se muera, recomendamos cuidado y la utilización de cobertura o mulch porque esto también protege bastante la parte de abajo y garantiza la humedad, que no pegue directamente el rayo de sol en la maceta porque va deteriorando el sustrato. Además el mulch también se va incorporando como materia orgánica asi que es muy beneficioso.
“No hay que sacar y volver a empezar un sustrato, eso siempre tiene que ser algo que se está regenerando”
Dentro de los productos que recomendamos son bokashi, es un fermento, es una forma de compostaje con vapor y pone disponibles los nutrientes de otra forma. También utilizamos polvo de rocas y otros minerales como el calcio que garantizan que durante algunos meses vas a tener buenos nutrientes.
Después, nunca sacamos el sustrato, lo que va pasando es que se va compactando y uno va rellenando y completando la capa que falta. Vas haciendo abonos de mantenimiento, con puñados de compost maduro de tu compostero, agregar minerales, bokashi. No hay que sacar y volver a empezar un sustrato, eso siempre tiene que ser algo que se está regenerando.
-¿Cómo se recomienda manejar los riegos?
Hay que trabajar la paciencia y no caer en la tentación de aplicar cosas por querer ver resultados. Es super importante, sobre todo el segundo año de huerta. El primer año de huerta todo sale bastante bien porque todo es nuevo, no hay mucha presencia de plagas. El segundo año de huerta es crítico sobrevivir sin aplicar químicos. Es duro porque suele pasar que no está del todo formado el ecosistema entonces no es muy fuerte o resiliente pero sí hay algunas plagas latentes que no supiste manejar muy bien, no rotaste cultivos y empezaron a aparecer algunas plagas como la arañuela, el oidio.
A nivel riego siempre la mejor agua para regar es la de lluvia si podemos recolectarla y sino el agua de la red obviamente. Hay que dejar que el cloro se evapore de alguna forma, ya que se trata de un elemento muy volátil y se evapora muy rápido. Si es una huerta pequeña podes juntar poquita agua de lluvia y regar con eso o puedes llenar una regadera y esperar unas horas que se evapore el cloro.
Hay que regar directamente al suelo, se riega según las necesidades y la época del año. En invierno se riega muchísimo menos, cada dos o tres días y en verano a veces hasta dos o tres veces al día, según el tamaño de la maceta.