Hacia ciudades inteligentes,
sustentables e inclusivas.

La movilidad sostenible requiere un enfoque integral que trascienda los vehículos eléctricos. Desde el diseño urbano hasta la promoción del transporte público y la movilidad activa, las soluciones deben abordar las complejas necesidades ambientales y sociales de las ciudades modernas. Conversamos con David Balbas Alonso y Vanessa Maxé Navarro para conocer el trabajo de la Escuela de Movilidad Sostenible en España 

La transición hacia una movilidad sostenible se presenta como un desafío crucial en la lucha contra el cambio climático y la mejora de la calidad de vida urbana. En el caso de España, más allá de las políticas públicas, existe una gran cantidad de empresas y organizaciones que impulsan esta transformación. Un ejemplo de ellas es la Escuela de Movilidad Sostenible (EMS), una iniciativa innovadora que busca redefinir las reglas del juego en el ámbito del transporte y el urbanismo.

Reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) provenientes del transporte, que representa uno de los sectores más contaminantes, es esencial para cumplir con los objetivos de la Agenda 2030. Además, apostar por una movilidad sostenible significa mejorar la salud urbana, descongestionar las ciudades y fomentar la equidad en el acceso a los espacios públicos.

David Balbás Alonso, arquitecto especializado en movilidad, y Vanessa Maxé Navarro, socióloga enfocada en la gestión organizacional, referentes de la EMS, coinciden en que la movilidad sostenible no es solo una cuestión técnica, sino un elemento transformador para alcanzar una sociedad más justa y ecológica. «La movilidad está en el corazón de nuestras ciudades y nuestras vidas diarias; cambiarla significa cambiar nuestra forma de vivir», señala Maché.


La Escuela de Movilidad Sostenible (EMS) nace como una herramienta para abordar las complejidades de la movilidad urbana desde una perspectiva integral y multidisciplinar. Fundada por la cooperativa sin ánimo de lucro AMCOP, la EMS busca ser un espacio de formación, reflexión y acción sobre cómo transformar el transporte en un eje de sostenibilidad.

“La movilidad sostenible como concepto se había vaciado de significado. Muchos piensan que basta con introducir coches eléctricos, pero la realidad es mucho más compleja”, explica Balbás. La EMS se creó para llenar ese vacío conceptual, ofreciendo un enfoque más claro y efectivo.

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Desde su inicio, la escuela se ha centrado en construir alianzas sólidas con técnicos, activistas y expertos de diferentes disciplinas. Según Maxé Navarro, “la EMS no solo forma, también construye redes de colaboración para que las ideas se traduzcan en acciones concretas que impacten en municipios, barrios y comunidades”.


La EMS se estructura en torno a 3 grandes líneas de trabajo: formación regular, proyectos a medida y consultoría. Actualmente, ofrece 18 cursos organizados en itinerarios de posgrado que abarcan desde planificación y gestión de movilidad hasta innovación en sistemas de transporte.

“Un ejemplo de nuestras colaboraciones es el trabajo con Ciudades por la Bicicleta, que reúne a casi 200 municipios en España. Acompañamos a los técnicos municipales en la implementación de políticas de movilidad activa, proporcionando formación técnica y normativa”, detalla Maxé.

La EMS también trabaja con organizaciones como Greenpeace, apoyando a activistas locales en la promoción de campañas por la movilidad sostenible. “Hemos realizado talleres en Madrid y próximamente en Valencia, fortaleciendo las capacidades de quienes lideran el cambio desde sus territorios”, añade Balbás.

Además, la EMS ha llevado su experiencia fuera de España. Un ejemplo destacado es su colaboración con la Universidad Católica de Ecuador, donde han diseñado cursos especializados para responsables gubernamentales, transfiriendo conocimientos y experiencias de éxito en movilidad sostenible.

El crecimiento de los vehículos eléctricos (VE) ha sido impulsado por la necesidad de reducir la dependencia de combustibles fósiles y mitigar las emisiones de dióxido de carbono. Sin embargo, desde la EMS destacan que esta no es una solución mágica. Según David Balbas Alonso, “pensar que cambiar coches a gasolina por eléctricos resolverá todos los problemas es simplista; seguimos enfrentando retos como la extracción de minerales, la gestión de residuos de baterías y la necesidad de un modelo urbano menos dependiente del coche”.

Vanessa Maxé añade que la movilidad sostenible no puede limitarse a una simple transición tecnológica. “Aunque los VE son un paso importante, también debemos priorizar infraestructuras para bicicletas, transporte público eficiente y ciudades diseñadas para caminar. La clave está en abordar las necesidades de las personas antes que las de los vehículos”, puntualiza.

Los especialistas subrayan la importancia de una red eléctrica verde para maximizar el impacto positivo de los VE. Sin embargo, la adopción masiva también implica la necesidad de políticas públicas que fomenten un diseño urbano más inclusivo, equilibrado y sostenible.


La Escuela de Movilidad Sostenible se erige como un actor crucial en la transformación de las ciudades españolas hacia un modelo más sostenible, inclusivo y saludable. Al unir formación técnica con acciones prácticas, la EMS permite que gobiernos, empresas y ciudadanos encuentren caminos conjuntos para lograr una movilidad más eficiente y equitativa.

David Balbas resume la misión de la escuela de manera elocuente: “No se trata solo de formar técnicos, sino de inspirar un cambio cultural que replantee cómo nos movemos y vivimos en nuestras ciudades”. Por su parte, Vanessa Maxé concluye: “La movilidad sostenible es una herramienta para la justicia social, ambiental y económica. Estamos construyendo el futuro, una decisión a la vez”.

Con la Agenda 2030 marcando el rumbo, y organizaciones como la EMS liderando el cambio, España se posiciona en el mapa global de la sostenibilidad. La movilidad sostenible ya no es una utopía, sino un compromiso compartido por transformar el mundo, una calle a la vez.

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