Hacia ciudades inteligentes,
sustentables e inclusivas.

El desarrollo europeo tiene en cuenta a las personas como eje central de todas sus políticas y plantea un claro objetivo de descarbonización hacia 2050. En este proceso, toda Europa se ha puesto en marcha para rediseñar sus ciudades y para adaptarse a una nueva movilidad: la movilidad como servicio. Nota de opinión de Mayte Rodriguez, directora de Revista City Motion (España).

Por Mayte Rodríguez *

Europa establece los modelos de desarrollo futuros y lo hace teniendo en cuenta a las personas como eje central de todas sus políticas. En este continente, la calidad y la esperanza de vida son muy altas. De hecho, actualmente la esperanza de vida se sitúa en 77,8 años para los hombres y 83,3 años para las mujeres. Por el contrario, somos un continente viejo. La tasa de natalidad en Europa está bajando desde la década de los años 60 y ahora estamos en 1,53 hijos por mujer. 

Nos encontramos con una sociedad envejecida que requiere un gasto público cada vez mayor. 

Podríamos decir que el estado de bienestar que tenemos es europeo “en carácter”. Es decir, la amplia variedad y la interconexión de las políticas sociales que lo integran reflejan la experiencia histórica que hemos vivido como sociedad: miseria social, turbulencias, protestas, conflictos políticos y guerra. Todo ello contrarrestado por los compromisos de cooperación, reconciliación y estabilidad desarrollados por la Unión Europea y nuestros gobiernos para hacerles frente. 

Los trabajadores somos los que pagamos a través de impuestos ese estado de bienestar, esos servicios que nos son ofrecidos de forma “gratuita”. No, no son gratuitos, tenemos una carga impositiva muy alta. En algunos estados de Europa el impuesto sobre la renta llega casi al 40%, caso de Alemania (37,7%). 

Con todo esto tenemos cubiertos una serie de servicios como la sanidad, la educación, las pensiones y un importante número de servicios públicos, entre ellos el transporte, al que ahora llamamos movilidad. Una movilidad que por todos los medios se intenta ofrecer como una solución que aleje a la población del uso privado de los vehículos. 

Y es que nuestra sociedad, la europea, está muy preocupada por la salud de sus ciudadanos. La continua concentración de personas en los núcleos de población genera problemas de contaminación inasumibles, con un coste muy alto en sanidad y en vidas humanas.

Y en este contexto de estado de bienestar y de tendencias sociales, nos hemos visto afectados por una crisis sanitaria sin precedentes, el COVID. Y lo estamos nuevamente, por la guerra de Rusia con Ucrania. Dependientes como somos del gas y el petróleo que procede de Rusia, el precio del combustible y la energía se ha sumado a la crisis económica que la pandemia nos había dejado y nos encontramos ahora con una sociedad en crisis y muy preocupada por su devenir.

Por eso Europa, ha puesto el foco en no ser tan dependientes del petróleo, en buscar un sustituto razonable y capaz de abrir un futuro más sostenible. La electricidad, el gran abanderado de nuestra década no se desarrolla al ritmo que los políticos europeos quieren, a pesar de los fondos económicos que se generan para su impulso, como los Next Generation, así como las múltiples ayudas de los gobiernos para la electrificación de los parques automovilísticos. El problema es la infraestructura de carga para mantener ese volumen de vehículos, una red que se desarrolla mucho más despacio de los esperado y con recursos escasos. Aún así, Europa se electrifica a toda máquina gracias al impulso de las administraciones y arrastrando a toda la industria automotriz.

Lo cierto es que Europa no quiere más vehículos contaminando y ocupando espacio. 

¿Y cómo se está haciendo, qué soluciones se plantean?

Europa ha marcado un objetivo de descarbonización muy importante para 2050 y unas penalizaciones para las ciudades y gobiernos que no lo cumplan. En este contexto los gobiernos de los diferentes países tienen que desarrollar leyes que obliguen a sus ciudades a reducir esos niveles tan altos de polución ambiental. 

Toda Europa se ha puesto en marcha para rediseñar sus ciudades. 

Actualmente todas las grandes ciudades europeas están creando las denominadas ZBE (Zonas de Bajas Emisiones), peatonalizamos, construimos más zonas verdes, reducimos las vías para vehículos y creamos calzadas para peatones, ciclistas y otros usuarios de micromovilidad. 

Todas las ciudades están obligadas a transformarse en un nuevo modelo donde la mirada está puesta por primera vez en las personas. 

Y en este contexto es dónde surgen los debates sobre la nueva movilidad y la movilidad como servicio MaaS (en inglés, Mobility as a Service), que exactamente describe un alejamiento de la modalidad de transporte personal en vehículo propio hacia soluciones de movilidad que se usan como servicio. Es decir, soluciones de movilidad basadas en sus necesidades de viaje.

En estos últimos años estamos viviendo un boom de esos servicios donde el usuario paga por uso. Empresas como UBER, CABIFY, FREE NOW, BOLT, VOI… han desembarcado en nuestras ciudades ofreciendo movilidad rápida y más económica haciendo que la población empiece a descartar el vehículo privado como única opción. De hecho, la media en Europa para sacarse el carné de conducir ya está en los 25 años. Los jóvenes ya no lo consideran igual de prioritario que hace diez años. 

Estamos viviendo un cambio de tendencia en el concepto de la movilidad sin precedentes y aquí, en Europa, la nueva movilidad, el MaaS, es ya imparable.

* La autora es Periodista especializada en Movilidad y Transporte Público en España. Directora de las revistas CityMotion y Carril Bus

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