Los impactos de la Pandemia tienen epicentro en las ciudades, afectando su dinámica como centros poblacionales promotores de interacción social, innovación, actividad y valor agregado, entre otros. Asimismo, plantea nuevos desafíos para la sociedad en su conjunto y para los gobiernos locales, en un escenario de alta incertidumbre a futuro.
Por: Maximiliano Scarlan (Director de Utopía Urbana. Economista especializado en Ciudades Inteligentes y Sustentables; Movilidad y Economía del Conocimiento.)

Pandemia: “Llueve sobre mojado”
Que estamos atravesando un momento histórico de la humanidad no es novedad. Una pandemia inesperada dejó al descubierto la vulnerabilidad del mundo desatando una crisis atípica en varios aspectos. Primero, por su naturaleza, de origen sanitario pero derivaciones multidimensionales; segundo, por su gran magnitud, que llevó a la mayor caída del PBI mundial de los últimos 75 años (4,3% en 2020); tercero, por su rápida difusión, la disrupción de la cadena productiva y de demanda de bienes y servicios se expandió mundialmente; cuarto, por sus derivaciones, visibles en un freno del comercio internacional, alteraciones del mercado laboral, debilitamiento social, nuevos hábitos de consumo y de comportamientos, entre otros; y quinto, pero no menor, por la incertidumbre que genera (no se sabe cuán transitorios son estos cambios y cómo será la nueva normalidad).
Para Argentina el desafío será mayor, porque debe administrar esta crisis en el marco interno de problemas históricos y de dificultades coyunturales. En 2020 el PBI cayó casi 10%, más de la mitad de la población queó debajo de la línea de pobreza, mientras se incrementó el desempleo y el cierre de empresas, entre otros hechos remarcables. Pero, sobre todo, abre incógnitas sobre cómo deberán actuar los diferentes niveles de gobierno en un escenario de capacidades condicionadas en la nueva normalidad y más allá de la recuperación esperada en 2021.
Entendiendo la nueva normalidad en “la ciudad de la furia”
Esta crisis afecta la dinámica de las relaciones humanas y los espacios que se habitan, más aún en las ciudades, donde operan los mayores cambios y el virus se disemina con más facilidad. En Argentina incluso es más relevante, por ser un país eminentemente urbano (92% de su población vive en ciudades, muy superior al nivel mundial de 54%), hecho que lo convierte en un agravante en la lucha contra el COVID.
Pero ¿cuáles son los principales cambios que estamos viendo en el plano urbano? En primer lugar, vale asumir que el día después de la Pandemia no será igual al día previo a esta, porque se aceleraron tendencias previas y simultáneamente emergieron otras que, aun pudiendo ser transitorias, darán lugar a una sociedad diferente. No obstante, es posible diferenciar impactos inmediatos de acomodamiento en la transición, de aquellos impactos que empiezan a modelar un escenario post-pandemia.
En el primer grupo, encontramos las primeras adaptaciones consecuencia del distanciamiento social. Tanto en 2020, como en 2021 (aún con escenario de vacuna) se alteraron hábitos diarios y de relacionamiento (por ej.: menor movilidad o bien consolidar a la casa como centro unificador de vida familiar, laboral y diversión), adecuaciones laborales (más teletrabajo e interacción virtual), modificaciones en patrones de consumo (nuevas preferencias, mayor impulso de e-commerce con crecimiento de entrega en última milla, etc.), solo por citar algunas. Esto fue posible gracias al reacomodamiento de diversas actividades para dar respuesta en corto plazo (producción de bienes y servicios, logística, transporte, otros servicios de relevancia).
En el segundo grupo se ubican aquellos impactos con más probabilidad de sostenerse y condicionar la vida y la gestión pública por más tiempo. Uno relevante es un problema estructural agravado por la Pandemia, como es el debilitamiento socioeconómico de la población (más fragilidad social, desigualdad y desempleo, todas necesidades urgentes); uno positivo es la aceleración del pasaje a la era digital y de la información en la ciudadanía y en los gobiernos, potenciada en acciones colaborativas y de innovación; y, quizás uno no tan claro todavía, es el cambio embrionario en la fisonomía y dinámica de las ciudades hacia un desarrollo policéntrico (debido a una mayor demanda actual de bienes y servicios en la proximidad y a cambios paulatinos en las preferencias de la población).
“Vientos de cambio” para la gestión local
En este escenario complejo e incierto, se abren nuevos desafíos para la gestión pública municipal, como los que aquí se sintetizan.
a) Entender rápidamente los impactos locales de la nueva normalidad. Es imperante delinear automáticamente qué escenario tenemos hoy y qué escenario sería esperable a futuro, en términos de dinámica urbana y de necesidades emergentes. Hacerlo contemplando que el municipio es, hoy más que nunca, el primer interlocutor con la sociedad frente a una batería ampliada de requerimientos urgentes (sociales, económicos y laborales, entre otros). Y además decodificando al “nuevo ciudadano” (empoderado, más exigente, crecientemente digital y con demandas en tiempo real) que puede convertirse en un “blanco móvil”.
b) Un nuevo dilema: hacer más con menos. Las condiciones para la gestión local no serán las deseadas: habrá que resolver más necesidades (problemas históricos + problemas derivados de la Pandemia) con reducidos recursos económico-financieros (por merma en coparticipación y en recursos propios). Esto implicará revisar la estrategia y ser creativos en la búsqueda de soluciones ágiles “fuera de la caja”, de la mano de una gestión pública inteligente. La tecnología será un gran aliado, para ir más allá de la frontera de posibilidades tradicionales. Y seguramente sume acompañarla con adecuaciones en el perfil de liderazgo y de comunicación.
c) Recalculando el enfoque de ciudades inteligentes. No queda otra alternativa que encontrar una nueva lógica de funcionamiento fortaleciendo una visión ciudadano-céntrica y exprimiendo la digitalización y nuevas tecnologías como herramientas válidas. En ese caso, si se entiende a una ciudad inteligente como una ciudad innovadora que aprovecha las TIC y otros medios para mejorar la calidad de vida, la eficiencia de funcionamiento y provisión de servicios urbanos y las condiciones de competitividad locales, este será un buen camino a seguir. Quizás se deba ajustar parcialmente el concepto pero no su esencia, apuntando más a una planificación de la vida urbana por sobre una planificación urbana tradicional, sumando más interacción participativa, explotando la gestión de información y contemplando el desarrollo de nuevas centralidades.
d) Reacomodar prioridades en la “doble agenda”. Un gran desafío será promover soluciones para la emergencia de corto plazo (especialmente en lo social), pero sin perder el horizonte de largo plazo hacia una ciudad sustentable, inclusiva y humana. Esto implica hacer convivir la agenda “urgente” con la agenda “estratégica”, con su retroalimentación.
En síntesis, la Pandemia le pegó directo al corazón de la ciudad pero, aún en un marco de grandes restricciones e incertidumbre, una buena gestión pública puede ayudarla a vivir.