Hacia ciudades inteligentes,
sustentables e inclusivas.

En Yemen, una ciudad hecha de barro y sol desafía al tiempo, al desierto y a la modernidad. Con edificios de hasta 11 pisos construidos hace siglos, Shibam fue llamada la “Manhattan del desierto” por su sorprendente urbanismo vertical. Hoy, sus habitantes resisten entre conflictos, clima extremo y herencia arquitectónica milenaria que sigue inspirando al urbanismo sostenible.

De un puñado de tierra y siglos de ingenio, emergió una ciudad vertical en pleno desierto. Shibam, la joya de Yemen, ha sido comparada con Manhattan, pero su historia comienza mil años antes y con materiales tan humildes como poderosos: el barro, el agua y el sol.

Ubicada en el corazón del valle de Hadramaut, al este de Yemen, Shibam es una ciudad que parece suspendida entre el tiempo y la arena. Fundada hace más de 1.700 años y reconstruida mayormente en el siglo XVI tras una gran inundación, esta ciudad amurallada fue diseñada como un oasis vertical en medio del desierto: una forma de protegerse de los ataques beduinos y del avance del clima hostil.

Pero lo más llamativo de Shibam no es su antigüedad, sino su hábito urbano vertical. Sus más de 500 edificios alcanzan entre 5 y 11 pisos de altura, todos construidos íntegramente en ladrillos de adobe, lo que le valió el apodo de la primera ciudad de rascacielos del mundo.

En Shibam, cada bloque de barro cocido al sol no solo sirve de estructura, sino también de símbolo de una arquitectura profundamente adaptada al entorno. La ciudad aprovecha el adobe por sus propiedades térmicas: durante el día mantiene frescos los interiores y por la noche conserva el calor. Sus calles estrechas maximizan la sombra, y sus muros altos protegen del viento y del polvo del desierto.

Los materiales utilizados provienen del propio valle: tierra, agua y paja. Y lo más impresionante es que, aunque la ciudad parece una reliquia antigua, aún está viva y habitada.

Actualmente, unas 7.000 personas habitan en Shibam. La ciudad fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1982, pero eso no ha impedido que enfrente enormes desafíos. El conflicto armado en Yemen, la falta de inversión y el cambio climático han puesto en peligro tanto sus estructuras como la calidad de vida de sus habitantes.

Las lluvias extremas —cada vez más frecuentes— erosionan las bases de los edificios. La falta de recursos para mantenimiento y restauración hace que muchas viviendas estén en condiciones precarias. El adobe necesita cuidados constantes: si no se lo refuerza con barro fresco tras cada temporada de lluvias, las construcciones comienzan a desmoronarse.

La población vive con lo mínimo: acceso irregular al agua potable, escasa infraestructura sanitaria y limitados servicios públicos. Pero aun así, la comunidad se aferra a su territorio, reconstruyendo año a año con las mismas técnicas milenarias, como un acto de resistencia cultural.

Shibam no es solo una reliquia de tiempos pasados. Es un laboratorio viviente de arquitectura sustentable, una demostración de cómo es posible construir con identidad local, sin emisiones industriales y con equilibrio climático.

En tiempos donde el urbanismo global busca soluciones frente a la crisis climática, la ciudad de barro y sol de Yemen nos deja una lección poderosa: el futuro puede estar hecho con las manos en la tierra y la mirada en el cielo.

tienes que ser suscriptor para comentar