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Casi 40 mil toneladas anuales de descartes de la industria textil son acumuladas en grandes montañas a lo largo de 300 hectáreas del desierto chileno. En su mayoría son de poliéster -proveniente del petróleo-, que con el sol directo se prenden fuego emitiendo Gases de Efecto Invernadero. La mayor parte de la ropa llega de Europa, Estados Unidos y Asia. Alternativas de solución

Si uno va a Chile no debe recorrer muchas ciudades para ver cómo se maneja el mercado de la ropa usada en el país. En barcos o en camiones, increíbles bolsos de tela -o bolsas de residuos- llegan llenos hasta explotar de ropa de segunda o usada. 

En plazas o en ferias, desparraman las piezas en montones por el piso y les colocan un precio arbitrario dependiendo la marca o el talle. Quienes venden, en su mayoría, no saben de moda y quienes compran tampoco le prestan atención a eso. 

Por otra parte, es insuficiente el control sobre la cantidad de ropa que ingresa al país, y a su vez tampoco se sabe cuánto de eso se vende. Lo que importa, pareciera ser, que las empresas productoras puedan sacarle un jugo a su descarte y que aquellos que ven el hueco legislativo en el país puedan hacer dinero con esta oportunidad. 

Adonde vaya la basura después, parece no importarle a nadie. Ni a los productores, responsables de la confección de esa ropa, ni a los vendedores, que cuando algo no se vende o llega muy roto se descarta en camiones que acumulan los residuos. 

Esto sucede desde hace 15 años como consecuencia de  los desechos textiles que provienen de diversos países como China, España, India y Estados Unidos. Desde dichos lugares llegan unas 59 mil toneladas de ropa por año, de las que al menos 39 mil toneladas que no se pueden vender acaban en vertederos en el desierto. Las 20 mil toneladas restantes se venden en ferias o se distribuyen ilegalmente a otros países del continente. 

Después de la industria petrolera y sus plásticos, la industria de la moda es la más contaminante del planeta. Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), es responsable del 8% de los gases de efecto invernadero y del 20% del desperdicio de agua en el mundo. Para producir un solo jean se utilizan casi 8 mil litros de agua. ¡Increíble! Pero cierto.  

Por otra parte, el material utilizado para la confección de la ropa también trae consigo ciertas consecuencias. Por ejemplo, el poliéster es un tipo de resina plástica derivada del petróleo, que es utilizada en lugar del algodón  por ser más económica, pesar menos y secarse rápidamente. La contracara es que tarda al menos unos 200 años en desintegrarse. Según comentó Franklin Zepeda, fundador de EcoFibra (empresa que fabrica paneles aislantes usando ropa vieja) a la cadena DW, «el problema es que la ropa no es biodegradable y contiene productos químicos, por lo que no se acepta en los vertederos municipales».

DESIERTO DE ATACAMA COMO BASURAL A CIELO ABIERTO

Todo esto antes mencionado no desaparece del mundo por el simple hecho de trasladarlo de lugar y ocultarlo de la vista de las ciudades. En Chile, todos los residuos textiles son trasladados de manera ilegal al Desierto de Atacama, donde se acumulan en altas montañas desde hace 15 años. 

El territorio ocupado por esta basura es realmente increíble, alcanzando las 300 hectáreas, lo que equivale a unas 420 canchas de fútbol profesional. Dicho de otra manera, se trata de pilas de nylon una encima de la otra, calentada por el sol y erosionada por el viento, repartida en el oxígeno de manera lenta pero continua. Llegando a los mares, siendo parte del suelo y de todo lo que lo rodea. 

Por otra parte, el poliéster utilizado en gran cantidad de prendas, sometido a las altas temperaturas en ambientes totalmente secos y sin sombra como un desierto, ocasiona grandes incendios que tardan hasta 10 días en apagarse contaminando el aire de miles de kilómetros alrededor ocasionando enfermedades cardiorrespiratorias a aquellos que lo respiren, llegando incluso a las ciudades más próximas. 

Desde el Gobierno vienen realizando diversos estudios para poder hacerse cargo de la situación, pero los números de momento no son favorables bajo ninguna perspectiva: «Se sabe que al menos un 60% (de lo que se importa) es residuo o descartable y eso es lo que viene a dar a los cerros», señala Edgard Ortega, encargado de medioambiente de la municipalidad de Alto Hospicio. 

SOLUCIONES

Chile es responsable del 90% de la ropa usada que ingresa al continente. Sin embargo, no es solo Chile el país que se beneficia con esto, teniendo en cuenta que desde allí se traslada al resto de los países de América Latina que obtiene ropa de marca usada a un precio conveniente. 

Durante los últimos años han surgido diversos movimientos de economía circular implementada en el mundo de la moda, como por ejemplo el upcycling, que proviene de las palabras en inglés Upgrade (mejorar) y Recycling (reciclar). 

La diferencia que tiene esta innovadora medida con respecto al simple reciclaje es que permite el paso de la moda a la creación de prendas. Ya que no es que simplemente se recicla, sino que también se le da un valor agregado a la nueva creación. Justamente un chileno, Cris Mirando resultó ganador de la edición 2022 del Redress Design Award, el concurso mundial más importante.

Desde el gobierno chileno saben que es necesario tomar cartas en el asunto y adoptar medidas ambientales que ataquen directamente el mercado ilegal textil. Por un lado, la necesidad de concientizar a la gente para que conozcan el impacto ambiental de la industria textil.

«Hay poblaciones que viven dentro de este basural, ellos están inhalando directamente estos gases que se producen, se pueden generar enfermedades cardiorrespiratorias», explicó Gerson Ramos, encargado de residuos de la secretaría regional del medioambiente. 

Por el otro, la parte más difícil es establecer obligaciones a las empresas importadoras para que tengan que hacerse cargo de la basura que generan, sin que enviar al Desierto de Atacama sea una opción habilitada. Los legisladores han buscado establecer un proyecto de Ley de Responsabilidad Ampliada del Productor para evaluar esta posibilidad, pero aún no hay nada aprobado. 

En ese sentido, los distintos municipios chilenos han tenido que articular con Nación para encontrar soluciones: «No es fácil conciliar tantos intereses para poder hacer una solución tajante, como prohibir el ingreso de la ropa usada, eso no es factible«, dice Moyra Rojas, secretaria regional del medioambiente de la región de Tarapacá.

La industria textil es una de las más agresivas en cuanto a la contaminación ambiental, no solo por la alta emisión de gases de Efecto Invernadero, sino también por la cantidad de agua utilizada en cada prenda confeccionada. Si bien hay alternativas que intentan reciclar esta ropa usada, que en muchos países se considera descartable con tan solo tres meses de uso, lo cierto es que las grandes producciones aún se encuentran lejos de trabajar de forma sustentable, implementando medidas de Responsabilidad Social Empresarial a la hora de gestionar sus residuos.

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